( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 06 cap. 40 )
Un cuarto y tres cuartos
27 de Marzo de 1968
Prashanti NilayAm
Venkatagiri
El hombre anhela pasar sus días en la presencia divina, en el servicio de Dios, en la contemplación de la gloria divina, pues es la atmósfera que da aliento a su vida. Sin ella, él no es sino un animal, uno entre millones. Desde su nacimiento, sus actividades deben estar dirigidas a la purificación moral y al logro espiritual. Sólo éstos llevan a una felicidad duradera.
El método más directo para el éxito espiritual es la acción sin deseo o apego por los frutos (nishkama karma); la acción como deber, como dedicación, como adoración. Pero la acción y el fruto de la misma no son dos entidades separadas: el fruto de la acción es ella misma, es su etapa final, la conclusión. La flor es la fruta; la fruta es la flor; la una es el comienzo, la otra, el fin legítimo: la flor se vuelve fruta. La acción es la consecuencia. El deber de uno es actuar, actuar bien, actuar con el temor de Dios, actuar dentro de los límites de la moralidad, actuar con amor, continuar actuando; y las consecuencias seguirán naturalmente al igual que la fruta sigue a la flor. Uno no necesita preocuparse ni exaltarse. Actúen con entusiasmo, con fe, y el éxito será suyo. Arjuna actuó así; nunca más se desanimó después de que Krishna le enseñó el Gita. Él reavivó el decaído espíritu de los demás. Entró a la batalla como si hubiera sido una ofrenda en un sacrificio. Pero Karna, su gran rival, tenía como auriga a una persona llamada Salya. Mientras el auriga de Arjuna lo llenaba de la más alta sabiduría y de la más profunda paz, Salya llenaba a Karna de desaliento y de dudas. Salya significa «saeta, flecha»; su auriga se volvió un dardo en su costado, un arma de muerte para Karna. Tengan al Señor como su auriga y podrán ganar en todo. No escojan nunca a un Salya como su guía y preceptor.
Usen su discernimiento; descubran lo que es bueno, lo que es beneficioso, distinguiéndolo de lo que es dañino, y apéguense a lo bueno, cualquiera que sea el obstáculo. Miren a Dasarata. Él es el símbolo del individuo que tiene diez carros: los sentidos, cinco de acción y cinco de conocimiento. Él escuchó la encantadora voz del engaño y fabricó su propia destrucción. Kaikeyi, su esposa más joven, lo engatusó y lo condujo al camino del dolor. La actividad debe resultar de la conciencia del desapego. ¡Tal es el secreto de una vida feliz!
La controversia acerca de la preeminencia de uno u otro de los cuatro yogas el de la devoción (ehakti yoga), el del conocimiento (Jñana yoga), el de la acción (Karma yoga) y el de la meditación (Raja yoga) es una inútil pérdida de aliento, pues los cuatro se necesitan y todos contribuyen a la victoria final. ¡El Karma yoga es la lámpara de barro, el hakti yoga es el aceite contenido en ella, el Raja yoga es la mecha y el Jñana yoga es la luz! La buena acción llevará a la actitud de devoción y dedicación, a ver a Dios en todos los seres, atestiguando la mano de Dios en todos los sucesos, y esto lleva a la adoración; y como resultado de ella, el control de los aires vitales, el proceso de concentración, etcétera, todos se complementan, y como culminación de toda esta práctica, la realidad les es revelada en todo su esplendor.
El egoísmo es el enemigo más poderoso que debe ser dominado y destruido. Cuando Rama iba de una ermita a otra en la selva, los rishis que esperaban su visita hacían complicados preparativos para recibirlo; elaboraban listas de quejas que habían de presentarle, y esperaban ganarse su gracia compitiendo en pompa y adulación y exhibiendo un ascetismo superior. La vieja Sabari, asistente del sabio Matanga, quien estaba a punto de morir, fue informada por su maestro, de que Rama pasaría por ese camino. Ella anheló fervientemente que se le permitiera vivir hasta poder lavar los pies de loto del Señor con sus lágrimas. Los rishis se burlaban de su audacia y se reían de su tonta esperanza. En su camino. Rama visitó la ermita de los egoístas ascetas, quienes le leyeron los versos de bienvenida que habían compuesto; !e presentaron una petición en la cual enumeraban las atrocidades cometidas por los Rakshasas; se quejaron de que el agua del río que era su única fuente del vital líquido, había sido contaminada y era imbebible. Rama les dijo que el agua volvería a ser pura tan pronto como dejaran de vilipendiar a Sabari y apreciaran su sencillo y sincero anhelo por Dios. Sabari tenía una fe firme y fuerte; eso fue suficiente para atraer a Rama a su miserable cabaña. La austeridad, la erudición, el poder, la autoridad, la experiencia, las riquezas, todos son impedimentos en la adquisición de esa sencilla y sincera fe que Dios acepta.
Resistan la tentación de satisfacer a los sentidos, de adquirir lo que el mundo puede dar, de acumular ganancias materiales. Pongan un límite a sus deseos. En el reino de Raghu hubo una vez un discípulo que al concluir sus estudios le preguntó a su gurú qué le gustaría recibir como ofrenda hecha en agradecimiento. El maestro le respondió que no necesitaba más regalo que su gratitud, que era suficiente con que el alumno recordara sus enseñanzas y lo honrara viviendo de acuerdo con ellas. Pero el discípulo insistió en que le dijera una suma de dinero que necesitara o los obsequios que aceptaría. Sólo para callarlo y liberarse de él, el maestro mencionó una cantidad exorbitante de dinero. Le dijo: «Yo te enseñé dieciséis materias, tráeme dieciséis lakhs (1 lakhs equivale a 100.000) de monedas de oro». El discípulo se fue a conseguir las monedas. Llegó al palacio del emperador Raghu y obtuvo de él la promesa de que él satisfaría todos sus deseos. El muchacho le expuso su necesidad. Raghu se sintió desesperado por la magnitud de la suma requerida por el joven, pues aunque era el emperador no tenía a la mano esa cantidad. Sin embargo, con el fin de mantener la palabra empeñada, invadió el reino de Kubera, el dios de la riqueza, y obtuvo grandes cantidades de oro como botín. «Toma todo este oro; dale a tu preceptor lo que te pidió y quédate con el resto», le dijo al discípulo; pero éste se negó a aceptar uña moneda más de lo que había ofrecido a su gurú. «He traído estas monedas para ti, son todas tuyas; tómalas», le insistió Raghu, pero el muchacho resistió la tentación y sostuvo lo que había dicho. Éste es el verdadero heroísmo. Confíen en el Señor y reciban lo que es su parte; él está en ustedes, con ustedes, él sabe lo que debe darles y cuándo. Está lleno de amor.
Ésta es mi característica única, mi singularidad: el amor. El amor es el don especial que traigo, el medio especial a través del cual opera mi gracia. Es la base de todos mis actos. Se dice que Dios reside en cada ser; sí, él reside allí como el amor. Si carece de amor, el mundo se vuelve una caldera de miserias. Es como el agua para el pez. Mantengan a un pez en un globo de oro engarzado con joyas y luchará en mortal agonía por salirse de allí y tirarse al agua. Lakshmana, cuando niño, empezó una noche a llorar y lloró durante tanto tiempo y tan alto que Sumitra temió que un espíritu maligno se hubiera posesionado de él. Se apuró en ir a ver al sabio Vasishta y le pidió que aplicara algo de vibhuti (ceniza sagrada) en la frente del niño para que el espíritu se fuera, pero el sabio le dijo: «Toma al niño y ponlo cerca de Rama; así dejará de llorar». Desde que era niño, no podía soportar ni un momento de separación de Rama. Para todos, el Señor es el lugar que más necesitan. Ése es su hábitat natural. Ésa es la razón por la cual Lakshmana acompañó a Rama cuando Vishvamitra lo llevó a su ermita.
La disciplina espiritual es sólo una cuarta parte del proceso; la indagación es las otras tres partes. Las inyecciones de insulina no son sino una cuarta parte del tratamiento de la diabetes; las otras tres son dietas, ejercicios físicos y otras disciplinas semejantes. Así también, en la práctica de la recordación del Nombre que yo prescribo, están incluidos otros dos procesos complementarios; junto con la fijación de la mente en el Nombre, debe también adquirirse la pureza de sentimientos y el centrar la mente en el significado del Nombre. Esa combinación asegurará el éxito.
Venkatagiri