Aunque Dios mora en cada persona, este hecho permanece latente como el aceite en la semilla de mostaza. Para manifestar a Dios dentro de ustedes, deben pasar por ciertas pruebas y experiencias difíciles. El amor a Dios debe crecer como resultado de tales experiencias de adversidad. Así como el oro se vuelve más brillante cuanto más se lo calienta en el crisol, su devoción tiene que pasar por un proceso constante de purificación. Hoy en día, todos los pensamientos y acciones están contaminados de una forma u otra. Sus pensamientos, visión y palabras están contaminados. Los jóvenes deben aspirar a convertirse en ejemplos ideales para el mundo. Con este propósito, deben cultivar buenas compañías, es decir, la compañía de personas llenas de Amor Divino. A diferencia de épocas anteriores, las personas de hoy fingen ser lo que no son. Ellas tienen que librarse de sus instintos animales y progresar de lo humano a lo Divino. Discurso Divino del 21 de agosto de 1992.