¡El nombre divino salva y libera! Es la armadura contra los embates del orgullo y la autoconmiseración. Cuando ustedes comienzan la piadosa repetición de un santo nombre o una fórmula sagrada, de manera sistemática, y fijan su ojo interior en la forma que ilustra ese nombre, se enfrentan a muchos obstáculos, pensamientos inquietantes y tentaciones. Estos deben ser ignorados, esquivados y tratados con ligereza. Refuercen sus hábitos, apéguense a su disciplina y mejoren su administración interior. Busquen la compañía de los buenos y los que buscan a Dios. El toro indómito tiene que ser enlazado y amaestrado, su nariz perforada y anillada; tiene que ser sujeto al yugo y entrenado para arrastrar pesadas cargas, convirtiéndose en dócil sirviente de su amo. Algunos condenan a las seis pasiones como acérrimas enemigas, y les aconsejan que se libren de ellas de inmediato. Sin embargo, Yo les aconsejaría que las conserven como dóciles sirvientes, y las reorienten para que sean útiles a sus nobles propósitos. ( Discurso, 21 de noviembre de 1962)