¡Encarnaciones del amor! Solo cuando nos damos cuenta de cuán precioso es el diamante, nos ocupamos de cuidarlo. De igual forma, solo cuando seamos conscientes del valor de cantar el Nombre del Señor, haremos el esfuerzo de ponerlo en práctica y beneficiarnos de ello. No todos se dan cuenta de la potencia y eficacia de recitar el Nombre del Señor. El primer requisito es la pureza de pensamiento, palabra y acción. La mente debe meditar sobre el Nombre que es pronunciado por la lengua. Lo que se pronuncia y sobre lo cual se reflexiona debe ser aclamado con las palmas de las manos. Esta triple concentración en el Nombre Divino —unidad de mente, palabra y acción— purifica el corazón y nutre el sentimiento de devoción.
Mejor que el recuento de las cualidades del Señor, cantar Sus glorias o relatar Sus hazañas y enseñanzas, el canto del Nombre es supremamente edificante. – Sathya Sai. Discurso 8 de noviembre de 1986.