Cuando el hombre no utiliza sus logros para el bienestar de los demás, se convierte en un Narakasura (demonio infernal). En la carrera competitiva por la gloria individual, solo se condena a sí mismo. Gasta miles de millones para llegar a la luna y traer rocas de su corteza, en lugar de alimentar a millones que mueren de hambre aquí abajo y promover la prosperidad de las naciones menos desarrolladas. Incluso las mejores cosas pueden ser mal utilizadas por los hombres. Ravana, Shisupala, Kamsa y otros demonios mencionados en los puranas (antiguas leyendas) y epopeyas de la India, tenían una vasta erudición, un enorme poder económico y militar, e incluso tenían inmensas habilidades yóguicas y capacidades ocultas logradas mediante años de austeridad y vida disciplinada. Pero ellos no pudieron lograr una habilidad: la habilidad de suprimir el ego, y así, se volvieron demasiado obstinados, demasiado obstructivos y peligrosos para que se les permitiera vivir y prosperar. La lección enseñada por las carreras de Naraka y del Emperador Bali, es que el hombre debe ser el amo de su ego si quiere triunfar en el arte de lograr una vida exitosa. – Sathya Sai. (Discurso, 25 de octubre de 1973).