Dios es omnisciente, lo penetra todo y lo impregna todo; activa el mundo objetivo y actúa todo el tiempo a través del mismo. La creación está siempre a su cuidado. Esta es la doctrina de los dualistas (dváiticos). Esto da lugar a una pregunta. Si Dios gobierna el mundo, ¿por qué permite que sea tan malvado y perverso? La respuesta que se da es que Dios no es responsable de la pena ni el dolor. Los pecados que cometemos son los progenitores de las penas que sufrimos. La alegría y la pena son consecuencias del bien y el mal que las personas perpetran. Dios es el Testigo. No castiga ni causa pesar. El alma encarnada (jivi) no tiene principio, es decir que no tiene nacimiento, pero se dedica a una actividad incesante, por lo que tiene que someterse a las inevitables consecuencias de esa actividad. Esta es la experiencia de todos, y la característica de cada mente. Esta es la inquebrantable ley del mundo objetivo. (Sathya Sai Vahini, Capítulo 8)