Nunca se permitan ofender a los demás, porque la misma Atma impregna a todo ser viviente. Si insultan a otros, es como si se insultaran a ustedes mismos. Si ellos no les gustan, aléjense de ellos, pero nunca los insulten. Ninguna cantidad de buen trabajo que hagan servirá de nada, si no identifican y abandonan sus propias malas cualidades. Si no pueden hacer el bien a los demás, al menos pronuncien buenas palabras. Tal vez no siempre puedan agradar, pero siempre pueden hablar agradablemente. Si hallan a alguien que sufre, procuren ayudarlo. Hoy es el turno de ellos, pero mañana podría ser el de ustedes. Tengan esto siempre presente. Nadie puede escapar al dolor y al sufrimiento. Vayan siempre por el camino de la verdad y la moralidad. Dios es amor. Todo lo que hace es para bien de ustedes. Recen siempre por el bienestar de todos, repitiendo la plegaria universal “¡Que todas las personas del mundo sean felices!” (Discurso, 25 de diciembre de 2002)
