«Vivan juntos, tengan reverencia mutua, no permitan que las semillas de la envidia y el odio crezcan y ahoguen la cristalina corriente del amor». Esta es la plegaria que los antiguos sabios enseñaban a los niños. Su enseñanza era: Unidad- Divinidad- Caridad, en pensamiento, palabra y acción, desde el primero hasta el último aliento. Cuando los maestros transmitan esta herencia a los niños, sin mácula ni deterioro, el futuro del país será con seguridad glorioso. Los maestros no deben poner excusas basadas en consideraciones materiales, para eludir o sortear su tarea esencialmente espiritual de «educar». Deben soportar las pruebas y tribulaciones con calmo contentamiento, y llevar a cabo su trabajo aun con más eficiencia. Así Dios los recompensará, y la sociedad aprenderá a reverenciarlos más. El mundo honra a quien sufre con agrado, mucho más que a quien disfruta avergonzado. Sathya Sai. Discurso, 5 de septiembre de 1968.