No hay limitaciones de tiempo ni espacio para establecerse en la contemplación del omnipresente Señor. No hay un lugar santo ni una hora especial para esto. Dondequiera que la mente se regocije en la contemplación de la Divinidad, ¡ese es el lugar santo! Cuando quiera que lo haga, ¡ese es el momento auspicioso! Allí y entonces debemos meditar en el Señor. El mundo puede lograr la prosperidad a través de las almas disciplinadas, cuyos corazones son puros y representan la sal de la tierra. En el esfuerzo por promover el bienestar del mundo, a partir de este mismo minuto todos y cada uno de ustedes deben rezar por el advenimiento de esos personajes divinos, merecer las bendiciones de los grandes, y tratar de olvidar los sufrimientos del día. (Prema Vahini, Capítulo 73)