Su virtud, su autocontrol, su desapego, su fe, su firmeza: estas son las señales por las cuales la gente se entera de Mi gloria. No es que Yo necesite tal apoyo. Pero así sucede en este mundo donde las personas estiman a los demás más indirecta que directamente. Déjenme decirles: tales devotos son muy escasos. Es por eso que no me dirijo a ustedes en esta reunión como: ‘Queridos devotos’. Sólo podrán reclamar ese título cuando se hayan depositado completamente en mis manos, sin ningún rastro de ego guardado para alimentar su vanidad. Todos los males tienen su origen en una forma de vida incorrecta. ¿Y a qué se puede atribuir eso? A la ignorancia de la verdadera naturaleza de uno, ignorancia tan profundamente arraigada que afecta a los pensamientos, palabras y acciones. La medicina que puede curarla ha sido patentada bajo diversos nombres: sabiduría espiritual (jnana), acción (karma), contemplación (upasana) y devoción (bhakti). Todas son iguales en potencia y poder curativo. La única diferencia reside en el método de administrarlas, ya sea como un preparado, una tableta o una inyección. (Discurso del 25 de enero de 1963)