Existe una relación mutua y muy cercana entre la postura del cuerpo y la actitud de la mente. Los sentimientos interiores de las personas se hacen evidentes en su cuerpo físico. La postura y apariencia del cuerpo nos ayudan a descubrir dichos sentimientos. Por ejemplo, con la espalda erguida, la camisa arremangada, y las manos cerradas como puños, no es posible mostrar amor y devoción. Arrodillados, con los ojos entrecerrados, y las manos elevadas sobre la cabeza con las palmas unidas, ¿es posible demostrar ira, odio o crueldad? Es por esto que los antiguos sabios aconsejaban al aspirante espiritual que es necesario adoptar la postura corporal apropiada durante la plegaria y la meditación. Ellos vieron que de esta forma es posible controlar los caprichos de la mente. – Sathya Sai. (Dhyana Vahini, C.2.)