Incluso para poner un pie delante del otro, el hombre necesita un impulso, un propósito, una incitación. Su voluntad es movida por su deseo. Por lo tanto, el hombre debe procurar que sus deseos sean por metas cada vez más elevadas y más sagradas. Su mente es un atado de deseos. Empujado de aquí para allá por los dictados de cada deseo, el hombre desperdicia el tiempo que tiene asignado y las capacidades de que está dotado. Esclaviza su consciencia creyendo que actúa bien. Sin embargo, el hombre tiene que reconocer lo precioso del tiempo. No debe malgastar siquiera una fracción de segundo. Debe estar siempre dedicado a la investigación de su propia Verdad y su deber hacia sí mismo. Como en una vasija que pierde, la vida se va acabando gota a gota, pero el hombre no presta atención a esta permanente calamidad. Sathya Sai (Discurso, 13 de abril de 1981)