Hablen amorosa y dulcemente sin herir a nadie. No miren con enojo. Debemos expresar nuestro amor mientras hablamos. El amor es un poder supremo. Por lo tanto, diríjanse a cada uno con amor, diciéndole: “Ven, hermano, ven”. Pregúntenle acerca de sus dificultades: “¿Tienes algún problema financiero o de salud?” Después de comprender sus problemas a fondo, proporciónenle la ayuda necesaria. Hay algunos que llevan vidas solitarias ya que carecen de padre, madre, parientes o amigos. Debemos ofrecerles afecto fraternal. Debemos alentarlos diciendo: “Yo soy como tu hermano”, y hablen con ellos amorosamente diciendo: “¡Oh querido mío!, ¿no tienes una hermana mayor o menor? Yo soy tu hermana mayor, yo soy tu hermana menor.” Hablándoles de esta manera íntima, debemos darles valor y ayuda. En verdad, todos son hijos de una sola madre. Esa madre es Dios. Sigan la máxima: “Hermandad del hombre y Paternidad de Dios”. (Discurso del 27 de enero del 2007)