Uno de los primeros principios de la vida recta es practicar silencio, ya que la voz de Dios puede ser oída en la región del corazón solo cuando la lengua está en calma. Entonces, la tormenta está quieta y las olas tranquilas. Nadie se verá tentado de gritar si ustedes hablan en susurros. Establezcan el nivel del tono tan bajo como sea posible, tan alto como sea necesario para alcanzar el límite del círculo al que se dirigen. Ahorren el sonido, ya que es el tesoro del elemento espacio (Akasha), una emanación de Dios mismo. La razón solo puede prevalecer cuando las palabras son expuestas sin el latigazo del sonido. El silencio es el habla del buscador espiritual. El habla suave y dulce es la expresión del amor genuino. El odio chilla, el miedo grita y la vanidad proclama. Pero el amor canta nanas; suaviza y aplica bálsamo. ¡Practiquen el vocabulario del amor; desaprendan el del odio y el desprecio! (Discurso del 19 de febrero de 1970)