Ni la riqueza, ni el poder material, ni la fama, ni la erudición pueden conferir tanta bienaventuranza (ananda) como la virtud. La virtud más elevada es la humildad, la entrega a Dios. La gente se refiere a aquellos que no tienen quien los cuide como huérfanos (anatha), pero Dios cuida de todos. Por lo tanto, nadie puede ser huérfano. Solo Dios es huérfano (anatha también significa “uno sin maestro”) pues, ¿quién puede afirmar que es el guardián de Dios? Dediquen sus pensamientos, palabras y acciones a Dios. No consideren algunas de sus actividades como hechas para Dios y otras hechas para ustedes mismos. Ambas son como las dos mitades de un grano de legumbre. La planta brota de la mitad del grano extrayendo el sustento de ambas mitades por igual. Lo alerta y lo inerte, lo viviente y lo no viviente, lo que se mueve y lo que no se mueve, todos son Dios. Fortalezcan esta fe y vivan en esta fe. ¡Esta es la prescripción para el Brahmananda perpetuo (bienaventuranza suprema)! Discurso del 23 de noviembre de 1983.