La ceremonia de graduación en los lugares de retiro marcaba el cierre de un dulce capitulo en la vida, en el que se implantaban los ideales a seguir en los años venideros. El consejo que les daban los gurúes durante dichas asambleas era: «Consideren a la madre como a Dios, traten a su padre como a Dios, consideren al maestro como a Dios, y traten al invitado como a Dios.» Sigan estas cuatro exhortaciones con total fe en su validez, obtengan bienaventuranza de allí e inspiren a los demás con su ejemplo, de modo que la patria pueda progresar y prosperar. Sus padres sacrifican su comodidad e incluso sus necesidades para asegurarles el progreso. Es su deber reverenciarlos y hacerlos felices. Primero, hagan brillar sus hogares complaciendo a sus padres. No sean arrogantes hacia ellos porque han estudiado unas pocas cosas. Comprométanse en actos que los demás respeten y no en acciones de las que se avergüencen. No permitan que sus mentes se agiten con deseos sin límites. Amen a su tierra natal. ¡Cumplan este deseo Mío, con mis bendiciones! (Discurso del 22 de noviembre de 1986).