Todos deben llevar una vida de tal forma que no cause daño alguno a ningún ser vivo. Ese es su deber supremo. También es el deber primordial de todos los que han tenido la oportunidad de este nacimiento humano, dedicar ocasionalmente una parte de sus energías, a la oración, a la repetición del nombre del Señor, a la meditación, etc. Todos deben equiparar la vida con la verdad, la rectitud, la paz y las buenas obras en servicio a los demás. Se debe tener tanto miedo de realizar actos que son dañinos para otros o acciones que son pecaminosas, como el miedo que ahora se tiene de tocar el fuego o molestar a una cobra. Hay que tener tanto apego y perseverancia en realizar buenas obras, en hacer felices a los demás y en adorar al Señor, como el que se tiene ahora en acumular oro y riquezas. Este es el dharma de los humanos. (Prema Vahini, capítulo 65, edición en inglés)