Hablando sinceramente, la vida humana es santa, sublime, sagrada, siempre nueva, siempre fresca. Los Upanishads procuran elevar y despertar al hombre a la consciencia de esta verdad porque el hombre duerme en la ignorancia, envuelto en su ego y sus deseos. «Despierten y adoren al Sol, reconociendo la realidad de ustedes en la luz de sus rayos». Este es el llamado que reverbera desde los Upanishads. Pero el hombre está sordo a esta súplica. Tres eshanas (deseos ardientes) retienen al hombre: está enamorado de la riqueza, la esposa y los hijos. Estos obstruyen cada uno de sus pasos y acciones, como si fuesen discapacidades para el avance espiritual. Por supuesto, los recursos financieros son esenciales para el proceso de la vida, y no se puede evitar el trabajar por ellos. Pero, más allá de cierto límite, las riquezas engañan a la mente y acrecientan la arrogancia. Deben ser utilizadas para buenos propósitos, para promover la virtud y el bienestar, nutrir el Dharma (la virtud), y cumplir con nuestros deberes a lo largo de la senda divina. Si las riquezas se gastan para satisfacer deseos pasajeros, nunca son suficientes, y el ego descubre nuevas y más atroces formas de ganar y gastar. Sathya Sai Baba. Discurso de 13 de abril de 1981.