El nombre es la fuente de toda la esencia del Espíritu Supremo (el Chaithanya) que ustedes obtienen al recordar el nombre; es el néctar que otorga la vida; es la fuente de energía primordial. Reciten el nombre, y El Nombrado estará ante ustedes; imaginen al Nombrado y el nombre saltará a sus labios. El nombre y la forma son anverso y reverso de la misma moneda. Algunos hacen el voto de escribir el nombre del Señor un millón de veces, pero muy a menudo se trata solo de una cuestión de dedos y pluma. La mente no debe alejarse del nombre. Debe residir en la dulzura que el nombre connota; debe rumiar la belleza de la forma que él evoca y el perfume que difunde. La conducta y el comportamiento del que escribe deben ser los que corresponden a un servidor de Dios: los demás deben ser inspirados por él, y su fe debe refrescarse con la experiencia del escritor. (Discurso, 28 de abril de 1962)