Supongan que escriben una carta, cualquiera sea su contenido; si la ponen en un sobre y la despachan por correo, ¿a quién le llegará? A nadie. ¿Regresará, al menos, a la persona que la escribió? No. Al final, no estará ni aquí ni allá. Por el contrario, si escriben en el sobre las direcciones de la persona a quien debe llegarle y de la persona que la escribió, hasta podemos predecir cuándo llegará a destino, ¿no es así? De la misma manera, ¿qué hacen ustedes con su carta, es decir, con su vida? En primer lugar, deben conocer su propia dirección completa. ¿Quiénes son? El Atma. ¿De dónde provienen? Del Atma. ¿Adónde van? También al Atma. ¿Cuánto tiempo permanecerán aquí? Hasta que se fundan en el Atma. ¿Dónde se encuentran ahora? En lo irreal, lo siempre cambiante. ¿A qué se dedican? A tareas evanescentes. ¿Bajo qué forma? Como no-Ser (An-atma). Por lo tanto, ¿qué deben hacer? Abandonar estas tres cosas, y probar las otras tres: procuren entrar en lo eterno, dedicarse a tareas que nunca cambian y disfrutar la bienaventuranza del Atma. (Prasanthi Vahini, Capítulo 17)