¡Miren a la abeja! Ella tiene contacto solo con la dulzura y se acerca solo a las flores que poseen néctar; no es atraída por otros lugares y no se dirige a ellos en absoluto. De la misma forma, uno debe abandonar toda inclinación hacia las atracciones sensoriales, hacia el carro de basura de lo falso e impermanente. En la medida de lo posible, uno tiene que dirigir la mente hacia todas las cosas santas, las cuales brindan la dulzura y la dicha asociadas con el Señor. Para lograrlo, por supuesto, se necesita tiempo. ¿Cuánto tiempo tomará? Depende de las actividades de pensamiento, palabra y acción, así como de los motivos que impulsan esas acciones. Si uno examina profundamente el éxito que ha tenido en deshacerse de toda idea del yo, ¡uno puede medir el progreso que ha hecho! En cambio, si uno se dedica a contar las reglas que siguió, y a sumar el tiempo que empleó y el gasto en que incurrió, tal meditación pertenecerá solo al mundo objetivo, ¡nunca llegará al campo de lo subjetivo y de lo espiritual! -Sathya Sai . Dhyana Vahini, capítulo 2.