Los demonios (danavas) son aquellos que pisotean el amor y consideran importantes las cualidades inferiores, mientras que los humanos (manavas) son aquellos que consideran el amor como la única cualidad a fomentar, y las cualidades inferiores como serpientes a ser destruidas. ¿Son humanos quienes no tienen ninguna dulzura y se esfuerzan por suprimir las ansias de inmortalidad? ¡Suya es la naturaleza de los demonios, aunque la forma sea humana! Pues el carácter, no la forma, es lo principal. ¿Cómo podrían aquellos dotados de forma humana llamarse humanos, si carecen de amabilidad y justicia, y tienen la naturaleza de los demonios? Los humanos se dedican a tiernos y dulces actos de cariño, rectitud, amor y verdad; atestiguan la posibilidad de tomar conciencia de nuestra inmortalidad y ponerla de manifiesto. Su buena naturaleza resplandece en sus rostros como bienaventuranza (ananda). Sin bondad, aunque estemos ebrios de alegría, los rostros indicarán solo el destructivo fuego del demonio; no brillarán con la gracia de la dicha espiritual. (Prema Vahini, Capítulo 47)