Cuando se agudiza la sed por la liberación y la revelación de la realidad de uno, comienza a operar una extraña y misteriosa fuerza de la naturaleza. Cuando el suelo está listo, ¡la semilla aparece de alguna parte! El gurú espiritual será alertado y apagará la sed. El individuo receptor habrá desarrollado el poder de atraer al dador de la iluminación. Ese poder es fuerte y pleno, por lo tanto y naturalmente, el esplendor que puede otorgar la iluminación se dispondrá a bendecir. Aunque los gurúes comunes han aumentado en número, se encuentra al alcance del hombre un Gurú Supremo, mucho más compasivo que todos los demás. Él no es otro que el Avatar del Señor. Él puede, por la mera expresión de Su voluntad, conferir la más elevada consumación de la vida espiritual. Él puede otorgar ese don y hacer que el hombre lo acepte. Incluso el más malo entre los malos puede adquirir la más elevada sabiduría en un santiamén. Él es el Gurú de todos los gurúes. Él es la más completa personificación de Dios como ser humano. Una persona puede conocer a Dios únicamente en la forma humana. Si Dios no encarnara como persona, la gente jamás podría esperar verlo o escuchar Su voz. (Sathya Sai Vahini, Capítulo 13, ‘El Avatar como Gurú’.)