Desde tiempos antiguos, muchas nobles madres han guiado a sus hijos por el recto camino. El futuro de las naciones descansa en manos de las nobles madres. Por eso ustedes llaman a su país “madre patria”. Es su principal deber amar y respetar a sus madres. Tan pronto despiertan por la mañana, lo primero que deben hacer es tocar los pies de su madre y ofrecerle su saludo. Esta noble práctica los protegerá siempre, y les otorgará todo tipo de riqueza. Un verdadero ser humano es aquel que ama a su madre y recibe su amor y bendiciones. Las madres hablan desde su corazón, deseando el bienestar de sus hijos. Muchos no prestan atención a las palabras de su madre. Alguien que no puede ganarse el amor de su madre es ciertamente un demonio. Ustedes pueden adquirir cualquier cantidad de diplomas, o emprender muchas actividades sagradas; pero todo ello será fútil si no hacen felices a sus madres. (Discurso, 6 de mayo de 2003)