El cosmos es un magnífico prodigio, una fuente de continuo asombro. ¡No puede dejar de impresionarnos como una suprema maravilla! Cuando hay que hacer un objeto, sabemos que se necesita alguien con la habilidad, la inteligencia y el poder para hacerlo. Nada puede hacerse sin un hacedor. Por lo tanto, ¿cómo podrían estos objetos visibles —el sol, la luna, las estrellas y constelaciones— moverse y comportarse como lo hacen, sin un diseñador, un hacedor, un amo? ¿Pueden acaso doblegarse ante algún poder ordinario? ¡No! Después de observar los objetos diseñados y hechos con tan enormes capacidades, las personas inteligentes pueden inferir con facilidad cuán inconmensurable debe ser el poder del Hacedor mismo. Contemplen la maravillosa variedad de la creación. Ninguna cosa es igual a otra, ninguna persona se parece a otra. Esto solo puede ser el pasatiempo (leela) del fenómeno cuya gloria es ilimitada: Dios. Cualquiera puede comprender que la fuente no podría ser ningún poder menor. En base al misterio que es inherente a la creación, fácilmente podemos inferir el ilimitado poder que la creó. (Sutra Vahini, Capítulo 2)