Consideremos a cada persona como hijo de la inmortalidad. Quitar la inmortalidad es la manera de alcanzarla. La injusticia, la indecencia, y la desigualdad son debilidades de las que hay que librarse. El control de los sentidos nos ayuda a deshacernos de las tendencias negativas. Cuando su mente esté perturbada, traten de tomar asiento en algún lugar y pensar en Dios, entonces estarán felices. Numerosos grandes santos han enseñado la senda del control de los sentidos. Solían ofrecer a Dios todas las tendencias que nacían de ellos. Dedicaban todas sus acciones a Dios porque eran capaces mantener sus sentidos en el canal correcto. Sus sentidos no eran tocados por las tentaciones de los pecados. Cuando hagan alguna acción para agradar a Dios, ningún mal resultará ni les causará sufrimiento. Lo que es ofrecido a Dios está totalmente libre de defectos e imperfecciones. (Lluvias de Verano en Brindavan. C17.1972)