A menudo hablamos de la oración. La oración no significa pedir a Dios. La oración es un indicio de la experiencia de la bienaventuranza átmica. Es un método de compartir esta bienaventuranza, difundiéndola a nuestro alrededor y permaneciendo inmersos en esta bienaventuranza. La oración debe venir del corazón. El Señor aceptará un corazón sin palabras. Pero no aceptará palabras y oraciones que no vengan del corazón. Es por eso que se describe a Dios como Hridayesa (el Señor del corazón). Solo cuando ustedes tengan fe en esto podrán manifestar su propia divinidad. Dios está dentro de ustedes, fuera y a su alrededor. Reconozcan esta verdad y vivan en consecuencia. En tanto estén llenos de dudas, no experimentarán paz ni felicidad. (Discurso, 29 de julio de 1988)