El amor puro es como las autopistas bien pavimentadas sin reductores de velocidad. Pueden precipitarse a través de él hacia Dios a la velocidad que quieran. Los ríos también ilustran este principio. Todos los ríos se aceleran montaña abajo. Fluyen rápida y raudamente a algún lugar. ¿Adónde? Hacia el océano. En el proceso, pasan sobre peñascos y rocas, esquivando los obstáculos del camino hábilmente. Nunca se detienen, sino que siguen en movimiento hacia la meta. La vida debe ser un río precipitándose hacia el océano llamado Dios. El flujo nunca debe detenerse o flaquear. Sorteando todos los obstáculos, deben mantenerse en carrera hacia Dios. Esa debe ser la característica de su viaje espiritual. Tengan voluntad firme, resolución, determinación y sinceridad. No debería haber lugar para la desesperación, depresión o debilidad de cualquier tipo, en absoluto. Corrijan su visión y lo que escuchan, realicen una introspección de sus pensamientos y sentimientos, y asegúrense de que sus acciones sean nobles y buenas. Entonces, no experimentarán otra cosa que la bienaventuranza. Sathya Sai Baba. Discurso del 21 de mayo de 2000.