¡Recuerden y estén atentos! Las palabras pueden causar daño de muchas formas. Cuando hablamos en forma despectiva, difamatoria, sarcástica o con rencor de otros, las palabras quedan grabadas en nuestra propia mente. Cuando grabamos algo que una persona ha dicho, perdura aún después de que ella haya fallecido. De igual manera, las impresiones y los impactos de los malos pensamientos, de las palabras rencorosas y de las intrigas perversas, sobreviven a nuestra desaparición física. Por lo tanto, nunca usen o escuchen palabras que ridiculicen, denigren o hieran a los demás. La calumnia es un pecado. Por eso, nuestros antiguos y sabios profetas prescribieron el silencio como una disciplina espiritual. Los jóvenes, los estudiantes y los mayores por igual, pueden beneficiarse en gran manera limitando su habla al mínimo y usándola solo para promover gozo y armonía. Involúcrense, ustedes mismos, en el trabajo útil. Cuando se deja ociosa a la mente, ella vaga hacia las regiones insanas del pensamiento. Buenos pensamientos, hábitos puros, virtudes y buenas acciones, le proveen encanto y deleite a la vida. Promueven el buen gusto por el correcto vivir. Discurso del 31 de agosto de 1981.