La vacilación en rezar a Dios es solo superficial. Durante los exámenes, todos los estudiantes oran al Todopoderoso. Cuando ocurren calamidades, o se experimentan pérdidas, o miembros de la familia son afectados por la enfermedad y están en peligro de muerte, todos se apresuran a rezar a Dios. ¿Por qué, entonces, ceder al falso orgullo y rehusarse a reconocer a Dios en todo momento? ¡Esto no es más que hipocresía! Otra característica de las personas educadas es su orgullo. Caminan portando la corona del engreimiento. El orgullo es la pared que separa a la Divinidad del demonio, la verdad de la falsedad. Este obstáculo debe ser eliminado para que la Divinidad se manifieste. Muchos estudiantes y jóvenes desarrollan esa peste llamada orgullo, porque tienen belleza física, logros educativos o recursos monetarios. Deben estar muy atentos para erradicar este rasgo lo más temprano posible. Si la Divinidad está ausente, todo es diabólico. Todos ustedes deben tener fe en Dios, llamarlo y orar sin miedo. Esto alejará la vileza que los envuelve. (Discurso, 31 de agosto de 1981)