Muchos se sienten orgullosos por la enorme expansión de la educación en el país. Sin embargo, ¿hay razón para sentirse felices ante la situación actual? Una expansión enfermiza de la educación es tan indeseable como una enfermiza hinchazón en el cuerpo. Adquirir títulos a un alto costo, movidos por orgullo intelectual que fomenta el desprecio hacia los propios padres, no es signo de buena educación. El sello distintivo de la verdadera educación es la humildad. La arrogancia, la envidia y la ostentación no deben tener cabida en una persona realmente educada. La gente ansía paz y felicidad, pero hace cosas que acarrean infelicidad y preocupaciones. Habiendo nacido como seres humanos, ustedes deben esforzarse por ascender sobre el nivel de los animales. Todos ustedes son esencialmente chispas de la Divinidad. Pero como chispas de un horno, que al poco rato se transforman en ceniza, están olvidando su origen divino. Mientras prosiguen su educación para propósitos mundanos, deben practicar también la disciplina espiritual que los conducirá a Dios. (Discurso, 1 de marzo de 1981)