La semilla de la Divinidad tiene que ser fomentada por el esfuerzo humano y el cuidado constante, a fin de que pueda florecer y fructificar. Remuevan de su mente toda traza de deseo de hacer daño a los demás en pensamiento, palabra y acción. El resultado de complacerse en tal comportamiento dañino, temporalmente satisfactorio, es desastroso. Cada uno de esos pensamientos es una semilla, una maleza salvaje plantada en su propia mente. Crecerá y destruirá su propia paz y alegría. Por lo tanto, manténganse alertas con respecto a tales tendencias. Limpien sus pensamientos, palabras y acciones para que sean apropiados para aquellos que marchan hacia lo Divino. El egoísmo es la úlcera que destruye la caridad. A pesar de que son conscientes de que algo es malo, el egoísmo no les permitirá desistir. Pueden superarlo con una firme determinación. Compartan alegremente con los demás el conocimiento, las habilidades y la riqueza que han ganado, las ideas y los ideales de los que se han beneficiado, así como la alegría de practicar la disciplina y la dedicación. Compartirlos no los disminuirá ni los devaluará, por el contrario: los hará brillar con más esplendor. Discurso del 21 de abril de 1983.