De las veinticuatro horas que están a su disposición, permítanme aconsejarles que dediquen una pequeña fracción a la meditación, o plegarias, o lectura de las Escrituras, o escuchar discursos sobre las leelas (divina recreación) del Señor. Piensen en Dios, y en la gratitud que le deben por la vida humana que les ha regalado, y por los diversos talentos materiales, morales e intelectuales de los cuales los ha dotado. Hagan esto antes de comenzar cualquier tarea o sesión de trabajo. Con seguridad experimentarán un gran beneficio, y tendrán paz, alegría y éxito en sus empresas, a través de la gracia divina. No se desanimen si no progresan en la meditación. Pronuncien el nombre del Señor, pensando en su gloria y su gracia; esto es igualmente efectivo. No se requiere ningún nombre en particular; todos los nombres denotan solamente al Uno. La persistencia, la fe y el amor que cultiven en el corazón y expresen a través de sus palabras, acciones y pensamientos, son los requisitos esenciales para ganar la gracia de Dios. (Discurso, 16 de marzo de 1973)