El cuerpo es un precioso regalo que debe ser cuidadosamente atendido y alimentado. Es una máquina muy complicada pero bien coordinada, otorgada para cumplir una encomiable tarea. Su exterior también debe estar limpio y lleno de bondad y encanto. La piel de la fruta de Ananda (divina bienaventuranza) es el cuerpo físico; la suculenta pulpa son los músculos, huesos y nervios; la dura semilla incomestible es el mal que se presenta en la vida, y el jugo que la fruta ofrece —por el cual el árbol fue plantado y cuidado— es la bienaventuranza que comparte con todos. El cuerpo brillará si el carácter es refinado; el servicio al hombre y la adoración a Dios preservarán su encanto. El Señor estará observando con mil ojos la menor actividad del hombre, para descubrir cualquier pequeña porción de amor desinteresado que esté endulzándolo. Habiendo sabido que ustedes son encarnaciones del Atma Divina, ansíen ganar la Gracia del Señor en este nacimiento mismo. (Discurso, 16 de octubre de 1974)