( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 01 cap. 17 )
Los gunas y los annas
14 de Diciembre de 1958
Arkonam
Encuentro que sólo han mencionado que Sathya Sai Baba estaría presente en la conferencia. No me han asignado ningún discurso y por eso podría muy bien quedarme callado. Pero en lo que me concierne, no hay necesidad de formalidad ni anuncios. Yo soy de ustedes; ustedes son míos. Ni siquiera espero una invitación. Nuestra relación no es externa; es más profunda. Está en los reinos del espíritu. Estoy con ustedes y en ustedes; por lo tanto no necesito ni bienvenida ni petición anterior.
La Sociedad de la Vida Divina trata de recordar al hombre la divinidad que es su realidad básica; la divinidad que es inherente, inmanente a cada ser (jiva) y el proceso de recordar al hombre este hecho comenzó en la alborada misma de la historia de la humanidad. Lo que debe hacerse para llevar una vida divina es simplemente remover la niebla que oculta ese hecho y hace que el hombre imagine que es otra cosa; algo inferior, evanescente, material, momentáneo. Todos son santos, puros, parte de la eternidad. Pero estas cosas brillan en cada uno en proporción a la práctica espiritual (sadhana), lo mismo que las bombillas que iluminan de acuerdo con su voltaje. No hay ningún cuerpo que no esté sostenido por lo absoluto; no hay ningún nombre que no indique lo universal. Todos los objetos están bañados de ese principio; todos los nombres son atributos de su gloria.
Todos deben unirse a esta organización que repite este hecho fundamental y alimenta el ansia de inmortalidad muy arraigado en el hombre. El secretario que leyó el informe nos participó que el ingreso a esta organización está abierto a todo aquel que pague cuatro annas al mes. ¡Quiero sugerir que la inscripción esté abierta a todo el que pueda contribuir no con cuatro annas, sino con cuatro gunas, más bien! Aquellos que moren en la verdad (sathya), en el deber (dharma), en la paz (shanti) y en el amor (prema) son eminentemente adecuados para ser miembros. Insistan en los gunas y no busquen los annas.
El hombre siempre busca la felicidad tratando de satisfacer sus deseos, y si un deseo se le ha satisfecho siente alegría; cuando no, siente tristeza. Pero lo malo es que el deseo es una hoguera que arde con enorme furia, pidiendo más combustible. Un deseo lleva a diez deseos; y el hombre se cansa tratando de agotar las exigencias del deseo. Debe ser alejado de este camino del inacabable deseo para volverlo hacia el camino del contento y la alegría internos. Esa es la tarea de la Sociedad de la Vida Divina.
El hombre se aflige porque ha desarrollado apego a lo irreal. Cultiva un afecto irracional por la riqueza; ¡pero está dispuesto a sacrificar las riquezas a fin de salvar las vidas de sus hijos, pues el apego a los hijos es más fuerte que a la riqueza que ha ganado! Por otro lado, cae tan bajo que abandona a sus hijos cuando debe escoger entre su propia supervivencia y el bienestar de sus vástagos. Pero la beatitud que se obtiene cuando se contempla el atma, la fuente y manantial de toda alegría, no tiene límites y es imperecedera. Esa es la verdadera alegría.
La naranja tiene una corteza que no es muy sabrosa, pero protege al fruto y lo preserva. Para saborear la dulzura de la naranja hay que pelarla y botar la corteza. Así es la fruta del árbol de la vida; está protegida por una corteza amarga, pero el hombre sabio no trata de comer la corteza; le da la consideración que se merece y la bota; entonces es cuando prueba la dulzura.
Para que esta sabiduría pueda alcanzar a las personas que más la necesitan, los mayores deben dar un ejemplo de discernimiento (viveka) y desprendimiento o desapego (vairagya). Si corren detrás de los placeres sensoriales con febril excitación, ¿cómo puede la generación más joven ser culpada por su egoísmo y codicia? Los mayores deben practicar lo que predican, mostrar cómo la vida divina puede dar alegría, calma mental, contento y verdadera felicidad. Deben destinar por lo menos algún tiempo cada día a la recitación del nombre del Señor o a la meditación sobre el Señor y entonces los niños también entrarán en esa atmósfera y adquirirán los medios seguros de obtener la paz para sí mismos. Ustedes dicen que no hay nada tan dulce como el nombre del Señor, mas no lo repiten. Han dañado el camino con negligencia y destrucción, pero aconsejan a los niños a que caminen por él. Ellos descubrirán el engaño, les dirán que anden ustedes mismos por ese camino y les den el ejemplo. Por esto la responsabilidad de los miembros de la Sociedad de la Vida Divina aquí es muy grande. De hecho, la responsabilidad de cualquier persona que sostiene un ideal es grande, pues debe intentar alcanzarlo él mismo mientras está aconsejando a otros que lo adopten. Es por esto por lo que la responsabilidad de un hindú es tan grande, pues en este país han nacido santos y sabios que han enseñado al mundo las verdades más altas para la elevación espiritual; y cualquiera que pretenda ser hindú debe vivir la vida que aquéllos enseñaron, a fin de merecer esa alcurnia y la admiración de los aspirantes en todo el mundo.
La vida divina está basada en la cualidad de lo sátvico (satva guna) que es la que debe cultivarse. Esta cualidad puede establecerse solamente con comidas sátvicas que promuevan la salud, la fuerza, la liviandad de espíritu y la seriedad en el emprendimiento. De nada sirve distribuir néctar de la divinidad (adhyatmarasa) a personas desnutridas y débiles. Denles alimentos (annarasa) primero; háganlas fuertes para que puedan tener creencias fuertes e ideales fuertes; el hambre física debe ser aplacada primero con una comida sátvica sencilla.
Traten, pues, de repetir el nombre del Señor, el nombre que más les plazca. No traten al nombre en vano; repítanlo aun cuando lo oigan de los labios de un mendigo que lo usa para obtener limosnas. Aunque la persona que lo pronuncie sea mala o aunque su motivo para pronunciarlo sea malo, no maltraten al nombre; pues su pureza no podrá ser dañada jamás. Agradézcanles el que les haya hecho recordar al Señor y sigan su camino. Por sobre todo, no se rían ni desanimen a aquellas personas que invocan el nombre del Señor. ¿Qué derecho tienen de sustituir la desdicha donde antes había alegría, y la duda donde había fe?
Prema, amor, practiquen el amor; desarrollen amor; siembren amor; y todos los odios y celos de hoy desaparecerán. Ese es el deber de la Sociedad de la Vida Divina, aquí como en otra parte.
Arkonam, 14-12-1958.