El clic de la cámara (23/11/1960)

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EL CLIC DE LA CÁMARA

23 de Noviembre de 1960

Festival del Natalicio

Lo que Kuppa Bairagi Shastri les dijo ahora acerca del buscador sincero de Brahmán (Brahma jijñasa) y del Âtma fue muy erudito y muy útil, especialmente para los aspirantes que han alcanzado cierta etapa de disciplina y estudio; pero sé que para la mayoría estuvo por encima de su entendimiento. Mi tarea es darles lo que necesitan ahora en una forma que sea a la vez dulce y digestible. Es difícil captar la idea del Âtma de que habló Kuppa Bairagi Shastri, a pesar de las citas que él dio de todos los comentarios sobre los Upanishads.

No es otra cosa que el oro en todas las joyas, la base y la sustancia, no importa las muchas formas que puedan tener las joyas. El transformarse en una joya en particular es perder la naturaleza universal o, más bien, limitarla. El perder el nombre y la forma del oro y volverse joya es sentirse separado, es olvidarse del Uno. El Âtma no cambia, nadie puede transformarla. Su naturaleza está cubierta por varios velos de ignorancia, como aquellos que Tyagaraja en su famosa canción ‘There Theeya raada’, rogaba al Señor Venkatesha le quitara. Los velos son conocidos como la mente (manas), la inteligencia (buddhi), etcétera. La joya debe saber que no es, que no era, que no será ni ovalada ni cuadrada ni plana ni redonda, que no será ni un brazalete ni un collar ni un anillo. Ha de anhelar conocer su naturaleza verdadera y lograr la conciencia de la verdad básica, aparte de la apariencia irreal. Cuando se vuelva de nuevo oro, o bien cuando cese de pensar en sí misma como cualquier cosa que no sea oro, podrá decirse que ha alcanzado la bienaventuranza.

Por el hecho de que hayan tomado residencia en este cuerpo no pueden llamar “yo” al cuerpo. Al sentarse en esta sala no llaman “yo” a la sala; saben que están separados y que sólo se encuentran temporalmente aquí. Cuando se transportan en una tonga (especie de carreta tirada por un caballo) no dicen que la tonga es “yo”, ¿verdad? No se llevan la tonga adentro cuando se bajan de ella al llegar a casa. Así también tendrán que dejar este cuerpo cuando lleguen “a casa”.

El “Yo” en ustedes es el Supremo, el Paramâtma mismo. El “Yo” es la olita que juega con el viento por un momento encima de las profundas aguas del océano. La ola les da la impresión de que está separada del eterno y azul océano. Pero no es sino una apariencia, una creación de dos ideas: el nombre y la forma. Libérense de las dos ideas y la ola desaparecerá en el mar; su realidad se les hará evidente y entonces tendrán conciencia de ella.

El Supremo revela Su gloria bajo la forma del amor (prema) en el hombre; el amor toma diferentes formas de acuerdo con aquello con lo cual se le liga: las riquezas, los padres, los hijos, el compañero o compañera de la vida o los amigos. Todos éstos son chispas de la misma llama y el amor por lo universal es su máxima expresión. Este amor no puede ser cultivado por la lectura de instructivos fáciles ni por la memorización de sus pasos. Hay que empezar por tener un gran anhelo por la luz, una angustia insoportable por escapar de la oscuridad, como en la oración “Tamaso mâ jyotir gamaya” (“De la oscuridad llévame a la luz”). El anhelo mismo atraerá la luz. El amor crecerá de por sí y mediante su lenta e inevitable alquimia los transformará en oro. Prahlada era un rakshasa (demonio), y pese a ello el amor lo liberó; Jatayu era un pájaro, Dhruva sólo un infante, los pastores de Brindavan eran gente sencilla; sin embargo, por medio de esa alquimia todos brillaron con el esplendor del amor y conocieron la fuente de todo amor.

Cuando adopten el nombre del Señor, que es la miel misma, se manifestará toda la dulzura latente en ustedes; cuando prueben la felicidad ya no podrán existir ni un momento sin ese sostén. Se vuelve tan esencial como el aire para los pulmones. Quizá digan que el escuchar algunos cuentos de los Puranas es suficiente, si el nombre del Señor es recordado, no importa de qué modo, en el último momento de la vida. Pero es tarea dura esa de recordar el nombre si no lo han practicado durante años. El nombre de Dios estará envuelto en la oleada de emociones y pensamientos que los invadirá en el último momento a menos que aprendan desde este instante a traerlo en lo profundo de su conciencia en cualquier momento que lo deseen.

Una vez hubo un tendero que, inspirado por aquel cuento de Ajamila, decidió recordar el nombre con su último aliento, pero por medio de un subterfugio: dio a sus hijos los nombres de los distintos avatares, pues sabía que de seguro él los llamaría en el momento de morir. Tal momento llegó finalmente y como lo esperaba, gritó el nombre de todos sus hijos uno por uno. Eran seis, así que llamó indirectamente al Señor seis veces. Los hijos vinieron y se pusieron de pie alrededor de la cama del tendero y mientras éste miraba al grupo, el pensamiento que le vino a la mente fue: “¡Demontre! Están todos aquí, y ¿quién cuida la tienda ahora?” Como ven, su tienda había sido como el aliento para él durante toda su vida y no podía cambiar tan repentinamente su pensamiento a Dios. La tendencia inherente dominará, no importa lo que se desee. No es un logro trivial el tener el nombre del Señor en los labios en el último momento. Se necesita una práctica de muchos años, basada en una fe profunda. Es indispensable un carácter fuerte sin odios ni malicia, pues el pensamiento de Dios no puede perdurar cuando se mantiene una actitud de orgullo y codicia. ¿Y cómo saber cuál será el último momento? Yama, el Dios de la Muerte, no anticipa su llegada para que se le reciba. Es como el fotógrafo que toma instantáneas; éste no pregunta: “¿Listos?” Si desean que su retrato cuelgue en las paredes del Paraíso debe ser atractivo; su pose, su sonrisa, todo debe ser agradable, ¿verdad? Así que es mejor que día y noche estén listos para el clic, siempre con el nombre en la lengua y la gloria siempre radiante en la mente. De tal modo, en cualquier momento en que el fotógrafo oprima el obturador su retrato saldrá bien.

Lo más necesario es el cultivo de la virtud, así como el temor al pecado y al mal. ¿Cómo determinar lo pecaminoso o malo de un acto o un pensamiento? Debe tomarse como base a los Shastras y a la voz interior. Aun en el mundo material, sin fe no es posible el progreso. La ciencia considera prueba concluyente lo que se ve (pratyaksha); pero ¿hasta dónde puede fiarse de lo que se mira? Ustedes respetan a una persona no de acuerdo a su modo de vestir o según su peinado, que son visibles (pratyaksha), sino conforme a su carácter y sus logros, que son invisibles (paroksha).

Ahora sufren porque se apegan por completo a la naturaleza y hacen a un lado a Dios. Esto deben invertirlo. Tienen que cultivar el desapego a la naturaleza y el apego al Señor. Esto me trae a la mente la historia de Shankara Bhatta. Él era un gran aspirante dedicado de tal modo a la repetición del nombre y a la meditación que había quedado reducido a los puros huesos. Adoraba a Sarasvati o Vidyâ, la Diosa de la Sabiduría, la que abre las puertas de la liberación (mukti). La diosa Lakshmi vio su triste estado y sintió gran lástima. Reprendió a Sarasvati por negarle a su devoto hasta las alegrías corrientes de la vida y Ella misma se presentó en su pobre choza para derramar Su gracia sobre él. Le ofreció riquezas, prosperidad, fama y fortuna. Denigró a Sarasvati por descuidar y no otorgar comodidad y alegría a su pobre servidor. Pero Shankara Bhatta puso oídos sordos a todos Sus halagos; le dijo cortésmente pero con firmeza: “No, Sarasvati me ha bendecido con la riqueza más preciosa, con el don que me libera. No anhelo Tu gracia. Retírate de mi presencia, por favor”.

No hay nada más grande ni más sublime que el Señor en quien encuentran refugio. Llámenlo por cualquier nombre o hablen de Él como el Innombrable. Él se manifiesta con forma y sin forma, sakâra y nirakâra. El océano toma la forma del recipiente que contiene parte de él. Cuando sucede esto, lo informe adquiere configuración; lo absoluto se reduce a lo particular. Pero encontrarán que toda la felicidad proviene del aspecto de Dios con forma; Dios sin forma no causa ni alegría ni aflicción; está más allá de toda dualidad. Las joyas dan alegría, más no así el oro. Pueden experimentar el nombre, pueden embeberse de la forma; pueden tomarlos en su corazón y morar en ellos, llenarse con la alegría que evocan. Es por esto que Jayadeva, Gauranga, Ramakrishna y otros quisieron quedarse como las hormigas para probar el azúcar en vez de volverse el azúcar mismo. El nombre es como la semilla plantada en el corazón de ustedes; cuando la lluvia de Su gracia cae sobre ella, brota y se convierte en un lindo árbol. Todos los árboles que brotan de los nombres son igualmente bellos y dan sombra. Si ustedes tienen en la mente el nombre de Krishna, la visión que ganan y la forma que evocan son las de Krishna; si recuerdan el nombre de Rama, la forma de Rama es la que surge. Lilasukha tenía el nombre de Krishna metido en su corazón; por eso el Señor apareció delante de él con una pluma de pavo real, una flauta y una encantadora y traviesa sonrisa. Él cumple en un instante las aspiraciones más profundas de ustedes, si éstas son lo suficientemente apremiantes. Lo único que deben hacer es impedir que la duda o la desilusión los haga titubear. Déjenlo todo a Él y descansen; el hombre sin fe es el que está sufriendo el embate de las olas, como un barco sin gobernante ni ancla atrapado en una tempestad. El devoto soporta los altibajos de la vida y mantiene intacto el equilibrio de su mente.

A veces ustedes hablan como si el devoto llevara una vida llena de dificultades y aflicciones y, en cambio, que el hombre que no se doblega ante un poder superior está libre de preocupaciones y próspero; pero esto es totalmente equivocado. El devoto navega sobre una embarcación estable; tiene paz interior, un manantial de alegría que lo sostiene y reconforta.

Bairagi Shastri dijo que este es un día auspicioso para ustedes porque hoy se celebra el aniversario de Mi nacimiento; pero debo decirles que tengo muchos aniversarios como éste. El día auspicioso para ustedes será aquel en el cual sus mentes estén limpias y no el día en el cual Yo asumí esta forma humana. Soy siempre nuevo y siempre viejo, siempre nutana y siempre sanâtana. Vuelvo de continuo para reavivar la justicia (dharma), para ayudar a los virtuosos y asegurarles condiciones conducentes a su progreso. Quienes dudan quizá pregunten: “¿Puede el Supremo asumir forma humana?” Bueno, el hombre deriva bienaventuranza sólo mediante la forma humana; puede recibir instrucción, inspiración, iluminación sólo por medio del lenguaje humano y de la comunicación humana.

Nunca los obligaré a adoptar como su ideal (ishtam) un nombre o forma del Señor en particular. El Señor tiene millones de nombres y millones de formas y lo que Él desea es que la fe y el apego sean evocados en ustedes por cualquiera de ellos a medida que reciten los nombres o contemplen las formas. Es por esto que tienen una sarta de 1.800 nombres para adorarlos; el devoto puede sentirse más cercano al Señor en el momento de repetir algún nombre, no importa lo distraído o desatento que esté respecto al resto de la lista. Al igual que el frío de la atmósfera congela el agua, la angustia que mueve el corazón del devoto da configuración y atributo a lo Sin Forma. “Así como lo siente, así se forma.” Él cede ante la voluntad de ustedes, Él lleva su carga, siempre que se la confíen.

Por lo tanto, actúen, sientan y hablen de tal manera que tengan alegría aquí (ihasaukhyam), alegría de ahora en adelante (parasaukhyam), alegría eternamente (kaivalyasaukhyam), las tres. Los bendigo y les deseo que tengan cada vez más éxito en la lucha.