Discursos dados por Sai Baba
{SB 15} (42 de 59 discursos 1981 a 82)
46. 12/08/82 Absténganse de pedir
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 11 cap. 47 )
Absténganse de pedir
12 de Agosto de 1982
El Cielo no está en lo alto, más allá de su vista; está aquí, en el mundo de los hombres; nieguen al ego escondido en lo profundo y estarán «allí», en el Cielo aquí en la Tierra. ¿Por qué rogar desesperadamente la liberación, oh hombre, ante miles de dioses? Nieguen al ego, arraigado en lo profundo, serán libres, sin tener que rogar en adelante.
Alcanzar el Absoluto o Brahman no es la meta de la ruta del esfuerzo espiritual. El jivi (alma individualizada) es Brahman. «El jivi es la Divinidad eterna.» Aunque está inmerso en actividades mundanas, el individuo no puede descartar esta realidad suya. Su creencia de que es sólo un hombre surge de la ilusión. El océano se conoce por muchos nombres, en muchos lugares, a través de muchas edades, pero su naturaleza no se modifica por eso. Así también, sin importar los muchos nombres y formas que el hombre asume y adopta, el principio de Brahman persiste en él y permanece como la meta de la conciencia.
Krishna dice en el Gita: «El eterno Yo, una parte de mí, se ha manifestado en todos los individuos». «Sronvantho viswe Amrithasya Puthrah» es lo que la Madre Veda declara a todos los mundos. En tanto que un individuo está limitado por un cuerpo y enredado en los sentidos, está atado por la ignorancia y es llevado a crear, que es sólo un hombre. Él es un hijo de la inmortalidad.
La ignorancia es causada por el apego; el apego resulta de la identificación del yo con el cuerpo, los sentidos, la mente, etcétera. El apego conduce al deseo; el deseo resulta en cólera; la ira ciega la razón y promueve la ignorancia; la ignorancia es la madre de la dualidad, de «lo mío» y «lo tuyo», de lo bueno y lo malo, etcétera, lo que conduce a esforzarse en lograr ganancias y evitar pérdidas, etcétera; esto produce consecuencias, méritos y culpas que tienen que consumirse en ésta o en futuras vidas; así, uno tiene sufrimientos. El sufrimiento es causado por el nacimiento, que presupone aflicción. El karma es debido a la creencia en la dualidad (dvaita). La dualidad es el resultado de la ignorancia, el producto de la ira. La ira es la hija de la pasión cuyo padre es el apego. Hasta Arjuna, el más grande arquero y guerrero de su época, fue víctima, en el campo mismo de batalla, de este insidioso, falso y debilitante apego. La mente obedece a los sentidos y corrompe al hombre; es casi imposible para él dominar la mente y alejarla del mundo objetivo. Arjuna confesó al Señor Krishna que la mente era incontrolablemente voluntariosa y no podía ser conquistada. La mente tiene dos fases: la pura y la impura. La mente afectada por el deseo es impura; cuando no la afecta el deseo, es pura.
La mente es el único instrumento con que el hombre cuenta para liberarse de las ataduras del deseo. Vuélvanla hacia el mundo objetivo y ustedes estarán atados; vuélvanla hacia Dios y estarán en el camino de la liberación. La mente rehúsa estar quieta siquiera una fracción de segundo. Cuando cae una continua lluvia de piedras sobre un lago, ¿cómo puede la superficie estar tranquila y serena? Así también, el hombre está arrojando piedra tras piedra de deseos en el calmo lago de la mente. Los devotos, en verdad todos aquéllos que buscan manifestar su Realidad interna, deben, por eso, prevenirse de las piedras (deseos) que perturban la ecuanimidad de la mente. La mosca descansa un momento en el sagrado alimento ofrecido en el altar de Dios, y en el instante siguiente, en la inmundicia. La mente busca refugio en los pensamientos sagrados, pero al momento siguiente se deleita en ideas viles y temibles. La mente es como el elefante: el mahout le da un buen baño, lo restriega dejándolo limpio y lo encadena a un árbol, bajo la sombra, ¡pero él recoge polvo con su trompa y lo esparce por todo su cuerpo! El hombre también, impulsado por los sentidos, vierte en su propia mente polvo y suciedad.
De hecho, la función de la mente es controlar los sentidos y el papel de los sentidos es servir a la mente. La relación correcta es que los sirvientes obedezcan al amo y que el amo gobierne a los sirvientes, pero cuando el amo cae en las manos de sus sirvientes se vuelve víctima de toda clase de pérdidas y tribulaciones.
El Ramayana provee un excelente ejemplo de este peligro. Kaikeyi, la reina, era la señora; Manthara era su sirvienta, su doncella, pero, desde que la reina se volvió subordinada de su doncella, sucedió toda una serie de tragedias. Kaikeyi provenía de una famosa dinastía real; era la consorte favorita de un afamado emperador y la madre de un hijo, Bharata, famoso por su obediencia y rectitud; ella amaba a su hijastro Rama tan tiernamente como a su propio aliento. Sin embargo, a despecho de su propia virtud, conocimiento y autoridad, prestó oídos a Manthara y atrajo sobre sí eterno oprobio. Se encontró en una situación en la que su amado hijo llegó a despreciarla. Aun los nombres de Kaikeyi y Manthara se han vuelto odiosos.
La lección es: no debemos permitir a los sentidos, que son sólo sirvientes, mandar sobre nosotros. De lo contrario enfrentaremos el destino de Kaikeyi. Dondequiera que estén, ya sean ricos, sabios o poderosos, si ustedes aconsejan a alguien que haga cosas incorrectas, estarán atrayéndose el destino de Manthara. Puesto que los hombres condescienden a los halagos de los sentidos, se vuelven Kaikeyis y pierden su naturaleza divina, la cualidad de amo.
Las aguas de los ríos las guardamos en embalses, pero debemos tener cuidado de cerrar la compuerta antes de que el agua entre en el tanque de reserva. Si no, el agua fluirá a través de las esclusas y no podrá guardarse para su uso posterior. De la misma manera, la fuerza interior del Alma tiene que dejarse de reserva en el canal de la mente. Pero esa fuerza puede ser utilizada por nosotros, para nuestro beneficio y para promover la prosperidad y la paz del mundo, sólo cuando las cinco esclusas de los sentidos, conectadas con el exterior, se cierran herméticamente. El cerrar las esclusas es el proceso que describe el Yoga Shastra de Patanjali como «aquietar las agitaciones de la mente».
La mente está destinada a un propósito específico: alcanzar las cuatro metas de la existencia humana: dharma, arta, kama y moksha (rectitud, riqueza, deseo y liberación), o sea la realización de una vida feliz a través de medios correctos; la riqueza a través de la rectitud y el cultivo del deseo por la liberación. No ha sido creada para promover codicia y odio, orgullo y ambición. Esta verdad tiene que creerse. El viento reúne las nubes e igualmente las dispersa. La mente puede crear condiciones de esclavitud o de liberación. Así, uno debe, lentamente, soltar las ataduras del apego al cuerpo físico y sus componentes, los sentidos, que nos roban la fuerza física y mental.
Todos los que viven en el cuerpo y se mueven con él, están apegados a él, a los sentidos y a todo lo que va con el cuerpo. Por eso, Dios también viene con un cuerpo como avatar, y cuando él se mueve, a nuestros ojos parece ser sólo humano; pero hay una diferencia interna fundamental: Dios encarnado, el avatar, no es afectado. Él tiene upeksha; el hombre ordinario, con el cuerpo, tiene apeksha y anhela satisfacciones. Mamatatva (el principio del ego) es humano; Brahmatafva (el Principio de Brahman) es divino. Ustedes no pueden distinguir esa diferencia aun cuando miran o escuchan; ustedes podrán comprenderla sólo por la experiencia. El avatar no tiene anhelos, no tiene egoísmo. Está siempre solo en el Brahmatatva.
Miren la cinta grabadora:
¡está vacía, silenciosa, inalterable!
Actívenla con el aparato reproductor;
entonces canta y habla fluidamente.
El avatar aparece como otro ser humano, provisto de cuerpo, sentidos, mente, etcétera, pero consideren la amplia diferencia en pensamientos, sentimientos, emociones, etcétera. El avatares lo total, el omnímo
do. El humano es fútil, estrecho, negativo, pero en él existe lo Divino como el núcleo, y puede manifestarse como bienaventuranza. Ponemos toda nuestra atención al adorno externo del conocimiento; no transformamos los profundos instintos e impulsos heredados de nuestros ancestros animales.
Coloquen una guirnalda de jazmines a un mono, vístanlo con brillantes ropas de seda y siéntenlo en un trono de gemas; ¿puede así abandonar sus rasgos simiescos?
Él fue una vez vanara (mono); ahora es nara (hombre). Y como nara, a través de muchas vidas, la crueldad y perversidad han echado raíces profundas en él. Éstas no pueden ser destruidas pronto. Es una difícil tarea, en verdad.
Ésta es la razón por la cual Dios asume la forma de avatar y decide dotar a la humanidad con el poder de discernir entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo verdadero y lo falso. El avatar lo hace a través del precepto y el ejemplo. Las Escrituras enseñan que la vida es, desafortunadamente, corta. Así, el Gita aconseja al hombre reconocer tres hechos: 1) nacer como ser humano es una preciosa oportunidad, 2) el anhelo por realizar a Dios es otra preciosa buena suerte y 3) la mayor fortuna es la oportunidad de estar en la presencia de Dios, estar inmerso en el servicio de Dios, estar comprometido en cumplir sus divinos mandamientos. Sathyabama, en su orgullo, imaginó que su Señor Krishna podía ser de su propiedad si le regalaba joyas y gemas; las acumuló en uno de los platillos de la balanza en la cual lo estaba pesando, pero esto no sirvió de nada. Rukmini se había negado a sí misma y conocía sólo el principio de Krishna. Así, cuando colocó en el plato una sola hoja de tulsi con una oración, el plato donde estaba Krishna se elevó.
La devoción no adulterada, la total renunciación; sólo ellas pueden ayudar a adquirir la conciencia de nuestra Divinidad. Kuresa era el jefe de una aldea en los días de Ramanuja. Su otro nombre era Srivatsanka. Él reverenciaba como su gurú a Ramanuja, el exponente de la filosofía Visishtadvaita, el gran maestro del vaishnavismo. Renunció a sus riquezas, a sus ricas tierras y a su hogar en la aldea y marchó hacia el sagrado santuario de Srirangam, en el río Kaveri. Su esposa, Anda¡, lo acompañó. Tenían que caminar a través de una espesa jungla cuando cayó la noche; la esposa le preguntó, con trémula y temerosa voz:
«¿Hay Ladrones en los alrededores?» Él contestó: «¿Por qué habríamos de temer? No tenemos nada con nosotros que ellos puedan robar». La esposa le confesó que había llevado consigo una pequeña taza de oro para servirle agua. Kuresa no aprobó su acción; le pidió la taza y la arrojó lejos, en la jungla, y prosiguieron en paz.
Se alojaron en una choza cerca del templo de Srirangam. Kuresa estaba exhausto; no había probado alimento durante los tres días de larga jornada. La esposa oyó las campanas del templo que sonaban anunciando la presentación de las ofrendas de alimento al Señor Ranganata; le suplicó al Señor de esta manera: «Tu servidor está postrado de inanición. ¿Cómo puedes tú, oh Señor, darte un banquete con las ofrendas sabiendo que él sufre?» En unos minutos, una procesión proveniente del templo llegó hasta la choza. Una banda de flautas y tambores encabezaba la fila de sacerdotes y pandits. El Señor les había ordenado que tomaran las ofrendas de alimentos y las llevaran a sus devotos que estaban en la choza. Llevaban bandejas de plata y vasijas llenas de ricos y variados manjares.
Kuresa se incorporó y se sentó. Luego protestó: «Yo no oré por alimento, el Señor me dará lo que necesito y le pido. No puede darme lo que yo no le he pedido. ¿Cómo puede esta Alma pedir al Paramatma algo para saciar el estómago?» Debido a que los sacerdotes lo apremiaron para que compartiera el prasad (ofrenda), él probó un poco y dio otro tanto a su esposa. Entonces le preguntó: «¿Cometiste tú el error? ¿Oraste tú por alimento?» Ella contestó: «¡Señor, yo no pedí eso! Yo sólo tuve un sentimiento en mi mente: ¿Cómo puedes tú, oh Krishna, aceptar esas ofrendas mientras tu sirviente ayuna?»
El que da cuando se le pide y lo que se le pide, es el Prabhu. El que da sin que se le pida lo que uno necesita es el Vibhu. Prabhu significa un Señor, Vibhu significa el Regente Cósmico. No debemos valernos del Regente Cósmico para adquirir lo que sentimos necesitar más. Ésta es la razón por la que el poeta ha cantado:
Abstente de pedir, ¡oh mente!
Cuanto más pidas, más profundo caerás
y el tiempo que tomará la respuesta
será más largo.
¿Acaso no cumplió el angustioso deseo de Sabari sin pedirlo ella? ¿No bendijo al pájaro Jatayu que murió por él sin pedir nada a cambio?
Así, Kuresa instruyó su mente y ganó paz. Cada avatar busca elevar a la humanidad al nivel de Divinidad estableciendo ciertos caminos de devoción y mostrando y poniendo los ejemplos de renunciamiento.
«No conozco a nadie más que tú.» «Tú eres el único.» Cuando uno tiene esta fe, ¿por qué permitir que aflore el deseo? ¿Por qué pedir esto o aquello? Tengan fe en Dios, el dador de todo, el único tesoro que ustedes necesitan; Él los llenará de contento.
Prashanti Nilayam
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