Discursos dados por Sai Baba
{SB 05} (58 discursos 1965)
41. 29/09/65 El silencio y la soledad
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 12 )
El silencio y la soledad
29 de Setiembre de 1965
Prashanti Nilayam
Dásara
El hombre viaja por la corriente de la vida de un acto a otro en una actividad continua, siempre marcada por las acciones pasadas (karma). Lo malo es que no conoce la técnica correcta del karma.
La fruta depende de la semilla, del suelo, del abono, del cuidado y de la cerca que se le ponga. También el fruto del karma resume las tendencias y consecuencias de las actividades de vidas anteriores.
El alfarero toma arcilla y hace vasijas y ollas; son mrinmaya (hechas de tierra). El Alfarero, Brahman, hace hombres que son chinmaya (creaciones de la mente), de la naturaleza de la bienaventuranza (ananda), el ser (sat) y la conciencia (chit). Observen esta diferencia y conformen sus actos de acuerdo con esta verdad.
Actúen en armonía con lo que declaran ser. Ésa es la verdadera acción correc ta (dharma).
Un renombrado actor fue al salón de audiencias de un rey en el papel de sanyasin (renunciante). El rey le honró como a un gran monje y le hizo varias preguntas sobre prácticas espirituales y filosofía, que él contestó usando un lenguaje profundo y términos apropiados. El rey quedó muy complacido y ordenó a su ministro que trajera un plato con monedas de oro como ofrenda para el santo, pero el sanyasin rechazó el regalo; dijo que había renunciado a todo apego y por ello, ni siquiera podía mirarlo, y se fue. Al día siguiente, el mismo actor entró en el palacio personificando a una gran bailarina. Su baile resultó ser la mejor muestra del arte de la danza, de acuerdo con las reglas. El rey lo apreció mucho y el ministro trajo la charola de monedas de oro. La bailarina rehusó aceptarla ¡porque era demasiado poca recompensa por la habilidad exhibida! El rey, sospechando por la voz que era la misma persona que el día anterior había ido como renunciante, le preguntó por qué pedía más hoy, cuando el día anterior había rehusado el mismo regalo.
“La bailarina” replicó: «Ayer era un renunciante, y así, era mi deber rehusarlo; hoy soy una bailarina y, por lo tanto, es mi deber ganar lo más que pueda de mis admiradores».
El deber del hombre es cultivar sus facultades para la gran aven tura de la realización de su unidad con la sustancia básica del universo, una sustancia que carece de atributos pero a la cual se atribuyen erróneamente nombres, formas y funciones. Esto se declara en las grandes sentencias (mahavakyas) engastadas en los Vedas y ampliadas en los Upanishads.
Para fijar la mente y la inteligencia en esa unidad, el hombre debe meditar sobre ella en silencio y soledad, bajo la guía de un gurú.
Si el mismo maestro da las respuestas a las preguntas que hace, ¿podrá el alumno progresar? Si el alumno es dejado solo, carecerá de ayuda, y si se le pide que escriba lo que pueda, sólo podrá hacer garabatos. De manera que el maestro tiene que llevarlo de la mano y enseñarle los movimientos. La destreza de la mano y del cerebro debe, entonces, ser reforzada por la mano conductora del gurú. El alumno debe cultivar la concentración. Cuando la atención fluye en todas las direcciones, no se puede progresar.
Un buen maestro debe amar al alumno y guiarlo paso a paso.
Practicando la meditación en silencio y soledad, se puede, a su debido tiempo, establecer el silencio y la soledad en el corazón, aun por los más transitados caminos. En la actualidad, el salón de oración o el altar doméstico se encuentra invariablemente al lado de la cocina, y los olores de la comida asaltan la nariz y los sonidos de la fritura y del hervor atrapan al oído; la mente es distraída por las voces y los ruidos; entonces, ¿cómo puede aumentar la concentración en tal atmósfera? El silencio debe empezar dentro de uno mismo; es decir, se debe hablar menos y pensar más deteni damente, con más discernimiento. Se debe tratar de limpiar la mente de los impulsos, prejuicios y preferencias. De esta manera, el hombre debe esforzarse por llegar al fondo de su verdadera naturaleza, o dharma, que es divina y es su propia forma.
Esta naturaleza innata (sahaja svabhava) puede encontrarse en los niños; en esa etapa, el hombre no es afectado por los impulsos de los sentidos, por eso se deleita en su propia realidad, que es alegría, paz y amor. Esfuércense por hacer que ese estado sea permanente, para que puedan llevar una vida dhármica.
Ése es el dharma propio y natural del hombre, el cual salva a aquellos que confían en él. Es por esto que el conflicto con Pakistán terminó el mismo día 22. Este Navaratri es el festival en el cual se propicia y complace a la Madre Durga, que venció y destruyó a las fuerzas del mal; de modo que aquí el festival no fue cancelado, como hicieron otros que no sabían que el conflicto terminaría pronto.
Para descubrir la propia realidad y morar en esa divina paz no es necesario abandonar el mundo y dedicarse al ascetismo. Hubo un gurú que aconsejó a un buscador espiritual que fuera a la selva y viviera allí. «Vete; ¿cómo puedes tener paz en el mercado?». A otro le dijo: «Quédate donde estás». Los dos buscadores se encontraron tiempo después y compararon sus impresiones. «¿Cómo es posible que diera consejos tan contradictorios? Quizá no le oímos bien», dijeron, y regresaron donde el gurú; pero él les dijo que su consejo estaba basado en los logros de cada cual y en lo que era mejor para cada uno de ellos.
El desapego es el logro crucial y se puede cultivar tanto en la jungla como en el hogar. Cuando el rey Shivaji fue a la presencia de Tukaram con un palanquín decorado para llevarse en él al gran santo poeta a su ciudad capital, Tukaram se mostró afligido. «¿Por qué has traído esta camilla? ¿Qué cadáver van a llevar estos hombres?», le preguntó en son de burla. Tukaram conocía el dharma que un renunciante debe seguir: conocía los peligros de ceder a las tentaciones del lujo y la fama. No hay nadie más grande que un devoto cuya mente está fija en la verdad. Vale más que un em perador.
En lo que a mí respecta, yo doy consideración al devoto. Sin embargo, se preguntarán por qué algunos reciben asientos y lugares especiales aquí. Han oído el adagio: «Igual que el rey, así son los súbditos». Los gobernantes deben ser traídos aquí para que puedan ver y escuchar y conocer, e inspirarse en la devoción que llena el aire para que a través de ellos ésta pueda ser compar tida por todo el país. Las leyes que aprueban y el sistema ad ministrativo que dirigen son algunos de los medios por los cuales los ideales de la nación pueden hacerse funcionar en la práctica. Han sido elegidos por ustedes para este fin, con este propósito en mente; tienen su confianza y han ganado la aprobación de miles de personas, de manera que deben ser tratados con alguna consi deración. Aquellos miles de personas los ven con cierto respeto y así, el tratarlos con atención es igual a tratar con consideración a aquellas personas.
Es para dar bienaventuranza a los devotos que yo celebro este festival; no tengo otro deseo. No enturbien las claras aguas de su fe con la más mínima mancha de duda.
Prashanti Nilayam, Dásara, 29-IX-65