Discursos dados por Sai Baba
{SB 15} (42 de 59 discursos 1981 a 82)
37. 25/12/81 Vivan en el amor
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 11 cap. 39 ) Vivan en el amor 25 de Diciembre de 1981 El Señor es amor, su forma es amor, todos los seres son amor, el amor salva y sirve, sólo del amor puede surgir el bien; el amor revela a Dios en todo. El amor une a una persona con otra; el amor junta una cosa con otra. Sin amor el Universo no es nada. El Amor Supremo nos hace conscientes del Señor en cada uno de nosotros. El Señor está igualmente presente en todo. La vida es amor; el amor es vida. Sin Dios, privado de Dios, nada ni nadie puede existir. Vivimos en y a través de la Voluntad Divina. Es esa voluntad la que opera como amor en cada uno de nosotros. Es él quien inspira la plegaria: «Que todos los mundos sean felices». Así, él nos hace conscientes de que el Dios que adoramos, el Dios que amamos, el Dios por quien vivimos está en cada ser como amor. Por lo tanto, el amor se expande y abarca toda la creación. Mirando con mayor detenimiento, descubrimos que la vida misma es amor. No son dos sino una cosa. El amor es la verdadera naturaleza de la vida, como el calor es la verdadera naturaleza del fuego, o la humedad es la del agua, o la dulzura, la del azúcar. Cuidamos una planta sólo cuando sus hojas están verdes; cuando se secan y la planta se vuelve una estaca sin vida, dejamos de amarla. El amor dura mientras dura la vida. Se ama a la madre mientras hay vida en ella; cuando se va la vida, la enterramos sin el menor remordimiento. El amor está unido a la vida. De hecho, el amor es vida. La persona que no tiene ningún amor para compartir es tan mala como si estuviera muerta. Ésta es la razón por la que el amor se expande en un círculo cada vez más amplio. El amor es el fruto de la vida. El fruto tiene tres componentes: la cáscara, la pulpa jugosa y la semilla. Para saborear el fruto, primero tenemos que quitarle la cáscara, que representa el egoísmo, el sentimiento del «yo», la exclusión, el principio del individualismo limitante. La semilla representa el egocentrismo, el sentimiento de «lo mío», la posesividad, la codicia, el principio del deseo. Éste también tiene que ser descartado. Lo que queda es el dulce jugo, que las Upanishads describen como Divino, el Amor Supremo; es luz, néctar divino, Brahman. Todos tienen el derecho de participar de este amor nectarino y compartirlo con otros. Nadie está excluido por su raza, casta, credo o lugar de origen. La única condición es: «¿Se ha eliminado la cáscara y la semilla?» Cuando el principio del amor sea conocido y practicado, el hombre estará libre de la ansiedad y del miedo. Imaginen que visitan a un amigo en una ciudad y planean quedarse con él diez días. Llevan algún dinero y tienen miedo de andar cargándolo por allí. Ahora bien, si le han dado el monedero a su amigo para que lo tenga bien guardado, pueden andar felizmente por todos lados y visitar todos los lugares y suburbios que deseen y vagar por el concurrido mercado sin ningún miedo. El monedero que tienen es el amor; dénselo todo a Dios. Él los liberará de la preocupación, de la ansiedad y del miedo. Por medio de japa (repetición del Nombre de Dios), dhyana (meditación) y seva (servicio desinteresado), tienen que cultivar el amor hacia Dios. Vean a Dhruva, por ejemplo. El oraba y practicaba austeridades para inducir a Dios a garantizarle el mando del reino, pero Dios apareció como Vishnú ante él y él le dijo: «¡Señor, yo no deseo el reino, te deseo a ti y solamente a ti!» Similarmente, en las etapas preliminares uno reza para obtener dádivas mundanas y ganancias materiales, pero según se van purificando y aclarando los pensamientos, uno desea solamente una gracia del Señor: ¡Él mismo!, porque Dios es la entidad más cercana al hombre, más querida del hombre. Sus padres y madres podrán estar un poco más lejos, pero Dios está allí mismo con ustedes. Aun si no lo aman, El no los abandonará ni se irá lejos. Dicen los Vedas: «Más pequeño que el átomo». Él se expande más allá del cosmos y llena todo de gracia. En cada célula, Él estará en ustedes. Pueden ganar esta conciencia mediante el amor intenso. Jesús era compasión venida en forma humana. Difundió el espíritu de compasión y confirió alivio y consuelo a los pobres y a los afligidos. Viendo el sacrificio de palomas y corderos en el templo de Jerusalén, reprendió a los vendedores y los echó fuera del recinto, y con eso atrajo la ira de los sacerdotes. Las buenas obras siempre provocan a los perversos, pero uno no debe vacilar o temer cuando un obstáculo se interpone. El reto da alegría; hace surgir escondidas fuentes de energía y fuerza; atrae la gracia que refuerza el empeño. La alegría surge en el intervalo entre dos penas. Uno tiene que enfrentarse a las dificultades para saborear el deleite de la victoria. Jesús enfrentó muchos obstáculos poderosos y los arrostró todos. Como resultado, su nombre, su vida y su mensaje esparcen luz esplendorosa en todo el mundo hasta hoy. No sólo Jesús; cada profeta, mensajero de Dios o maestro de la verdad y guía espiritual tiene que avanzar entre el escarnio, el desdén y la persecución. Aunque el diamante se arroje en un baúl polvoriento, su brillo permanece, su precio no disminuye. Aunque una calabaza dulce crezca en una cerca espinosa, su sabor permanece, su atractivo no disminuye. Aun si un huevo de pavo real se incuba en un gallinero, conserva su encanto y su naturaleza no cambia. La Divinidad, aunque se mueve entre todos y cada uno, colectiva e individualmente, nunca puede ser afectada o desviada. Gente envidiosa acumuló escarnio sobre Jesús, y aun entre sus discípulos, unos lo traicionaron y lo negaron. La gente dominada por el ego vuelca su envidia contra la grandeza y la bondad. Pero, puesto que el amor, el amor de Jesús, no tenía ninguna traza de ego, él no tenía miedo. Los que no tienen amor están dominados por el miedo; el amor infunde valor y alienta el arrojo. Se deleita en la valentía. Si siguen al maestro, pueden enfrentar al mal, luchar hasta el fin y terminar el juego. Jesús era amor. Sathya Sai también es amor. Eso explica la reunión de cristianos de todas las iglesias que vemos aquí ahora. En Roma este día los católicos se reúnen para celebrar el advenimiento de Jesús. Los protestantes lo celebran también en sus templos. Los judíos no son bienvenidos en ninguna parte, pero en presencia de Sathya Sai todos son igualmente bien recibidos. Los judíos procesaron a Jesús y pidieron su castigo; en esta presencia, los judíos están adorando a ese mismo Jesús. El amor de Sathya Sai ha transformado y trascendido esos recuerdos, ha hecho que se den cuenta de que sólo hay una casta: la casta de la humanidad; sólo hay una religión: la religión del amor. Hace unos momentos, Al Drucker habló sobre Jesucristo. Tuvo el valor y la sabiduría de ofrecer un homenaje a Cristo, debido al impacto de la presencia de Swami. Él comprende que sólo hay un Dios y que ese Dios es omnipresente. Los nombres y las formas difieren, naturalmente, pero todos son aspectos del Uno. El amor debe juntar a todos los creyentes, y unirlos; y no sólo los creyentes sino también los no creyentes deben ser amados y servidos como su imagen. El amor debe manifestarse como servicio. El servicio debe tomar la forma de alimento para los que tienen hambre, consuelo para los desamparados, alivio para los enfermos y los que sufren. Jesús se dedicó a tal servicio. El corazón lleno de compasión es el templo de Dios. Jesús abogó por la compasión; la compasión fue su mensaje. Él se ponía sumamente acongojado al ver a los pobres. Este día, Jesús es adorado pero sus enseñanzas no son observadas. Se adora a Sai pero no se siguen sus enseñanzas. Por todos lados hay ostentación, exhibicionismo hueco. Discursos, discursos, discursos; ninguna acción, ningún amor, ningún servicio. Héroes mientras dan sermones, ceros en po Auditorio Pumachandra Navidad de 1981 |