Discursos dados por Sai Baba
{SB 05} (58 discursos 1965)
35. 14/07/65 El primer paso
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 6 )
El primer paso
14 de Julio de 1965
Prashanti Nilayam
El hombre está provisto de memoria así como de la facultad de olvidar. Ambas son capacidades útiles, aunque la facultad de olvidar, quizá, sea la más importante, pues de otro modo, el hom bre tendría que estar lamentando la pérdida de los millones de parientes y familiares que ha tenido en millones de nacimientos anteriores o recordaría y sentiría los muchos insultos y daños que ha sufrido en este nacimiento. Afortunadamente, él olvida todo. Recuerda sólo aquellas cosas que lo han impresionado por ser significativas o cruciales, como su fecha de matrimonio, los nombres de los que le deben dinero, etc. La tragedia es que él ha olvidado lo más significativo y crucial de su vida en esta Tierra: la clave de la felicidad y la liberación, su verdadero nombre e identidad.
El hombre no puede darse el lujo de olvidar quién es y para qué fin ha venido. Debe conocer la respuesta a las preguntas: ¿quién eres tú?, ¿quién soy yo?, ¿adónde voy?, ¿cuál es la naturaleza y el objeto de todo este movimiento y cambio?, ¿hay una base estable, alguna meta o propósito, una dirección o un guía? Estas preguntas no pueden ser alejadas de la mente del hombre. Le vienen y lo ator mentan cuando está solo ante algo grandioso y estremecedor en la naturaleza, o ante algún incidente terrible y espantoso de su propia experiencia. No es sabio olvidar estos preciosos momentos y re gresar de nuevo a lo trivial de la vida sin perseguir la indagación a la cual uno es impulsado.
Pero el hombre olvida; ignora. Confunde lo irreal con lo real. Es engañado por la apariencia; no escudriña detrás del velo. Se engaña a sí mismo y a otros. Confunde la cal diluida con mantequilla porque ambas son blancas, ¡pero qué diferencia en calidad y efecto! El niño se chupa el dedo y obtiene gran satisfacción y felicidad de ello; sabemos que el dedo no tiene ningún sabor, ninguna dulzura, pero el niño llora cuando se lo sacan de la boca. La dulzura del pulgar se la puso el niño mismo. Así también, la felicidad que se deriva del mundo no es la naturaleza del mundo, es subjetiva; es sólo la pro yección, sobre el mundo, de la felicidad que el Atma es capaz de obtener, de la cual es la fuente y la meta. El niño imagina que su pulgar es un objeto externo que le da placer; pero es sólo él mismo.
El gurú advierte y despierta. Él revela la verdad y los alienta a avanzar hacia ella; pero a menos que tengan el anhelo, el corazón indagador, la inteligencia buscadora, él no puede hacer mucho. Los hambrientos pueden ser alimentados, pero aquel que no tiene ham bre, rechazará el alimento como una cosa impuesta. El gurú es como un jardinero que cuida de la planta; pero el retoño debe haber brotado antes de que se pueda encargar de él. Él no añade nada nuevo a la planta; sólo la ayuda a crecer de acuerdo con su propio destino, quizá más rápido, más plenamente, pero no en contra de su naturaleza interna. Él elimina la pobreza señalando el tesoro que yace escondido en la misma habitación del hombre; aconseja el método para recuperarlo, la vigilancia requerida para usarlo de la manera más provechosa, y otras cosas.
Había una vez un hombre afligido de extrema avaricia. Nunca se separaba de su dinero, bajo ninguna circunstancia, pero cuando su padre murió, tuvo que afeitarse la cabeza con el fin de cumplir con los requisitos establecidos en las escrituras y con la opinión pública. El barbero exigió una suma elevada; el avaro regateó bastante y la tarifa fue reducida a un paisa (centavo de rupia), pero ni así cerró el negocio el avaro; siguió regateando y preguntó si afeitaría dos cabezas por un paisa. El barbero convino, pues adivinó que, puesto que el difunto tenía sólo un hijo, no había ningún otro candidato para la navaja. Pero el avaro, una vez que el barbero hubo termina do con él, llamó a su esposa e insistió en que ella también debía ser afeitada antes de efectuar el pago. El dinero tiene esa influencia fascinadora sobre algunos tontos. Deben practicar el desprendi miento a cada paso; de otro modo, la codicia y la avaricia dominarán la naturaleza más refinada del hombre. Esa naturaleza es divina, pues Dios es la sustancia misma de la cual el hombre no es sino un nombre y una forma.
Para comprender esto, tienen que poseer y desarrollar: 1) Nithyanithya Viveka, el discernimiento para distinguir entre lo mutable y lo inmutable, lo permanente y lo temporal, como saber que el universo está sujeto a constantes cambios y modificaciones y que sólo Brahman es inmodificado; 2) Ihamutra-phal-bhoga-viraga, el desapego de los placeres de este mundo así como de los ob tenibles en el cielo, después de convencerse de que son fugaces y llenos de aflicción; 3) Samadamadi-shatka-sampati, lograr las seis cualidades deseables: el control de los sentidos externos e internos y de los impulsos sensoriales, la fortaleza en medio de la aflicción y el dolor, la alegría y la victoria; abandonar toda actividad que traiga consecuencias que atan; fe firme en el maestro y en los textos que él expone; la tranquila meditación sobre el Brahman básico sin dejarse perturbar por otras ondas de pensamiento; y 4) Mumuksuta, el intenso deseo de lograr la liberación.
Aunque la leche está en formación por todo el cuerpo de la vaca, hay que ordeñar las cuatro tetas para obtenerla; así también, estas cuatro prácticas espirituales deben ser utilizadas si ha de lograrse el conocimiento.
Este mundo es “irreal” en el sentido en que lo es un sueño. Se duermen en el corredor de este templo y sueñan que están en Kashi, bañándose en el Ganges; sienten el refrescante consuelo, la sagrada satisfacción, que son muy reales en el momento. Pero, ¿cuándo estuvieron realmente allá? ¿Cómo se transportaron? ¡El jñani, des de su conciencia más clara, hace la misma pregunta acerca de las experiencias de ustedes en el estado de vigilia! Debo ahora contarles algo. ¿Cuáles sueños son reales? Los sue ños relativos a Dios son reales. Me ven a mí en el sueño, yo les permito tocarme los pies, yo los bendigo, les otorgo mi gracia… eso es verdad; eso se debe a mi voluntad y a sus prácticas. Si el Señor o su gurú aparecen en sus sueños, es el resultado de la voluntad divina y no de cualquiera de las otras razones que causan los sueños.
No puede nunca ocurrir como resultado de su deseo.
Por encima de todo, traten de ganar la gracia reformando sus hábitos, reduciendo sus deseos y refinando su naturaleza más elevada.
Un primer paso hace el siguiente más fácil; ésa es la excelencia del viaje espiritual. A cada paso, su fortaleza y confianza aumentan y ustedes obtienen cada vez mayores cantidades de gracia. Había una vez un hombre malo que oyó por casualidad una charla religiosa que lo impresionó muchísimo. Fue ante un gran sabio y se ofreció como su discípulo. El sabio le preguntó cómo pasaba sus días y la respuesta fue: «Yo juego de día y de noche, entro a las casas para robar y me deleito en la falsedad, día y noche».
El sabio le contestó: «Yo te aceptaré como mi discípulo a condición de que abandones una de esas tres cosas; debes hacer algún sacrificio para merecer este favor». El hombre reflexionó un rato y dijo:
«No puedo aban donar el juego que encuentro tan excitante; no puedo abandonar el robo, pues es el único medio de ganarme la vida que conozco; bueno, dejaré de decir mentiras». Así, dio su palabra de que no pronunciaría más mentiras y fue aceptado. El sabio se alegró de que hubiera caído en la trampa, pues ahora no podría escapar.
Aquella noche, el hombre decidió entrar a robar nada menos que al palacio real. Burló a los guardias y trepó hasta la terraza y ya se deslizaba sigilosamente por el borde del muro cuando alguien lo interpeló con la pregunta: «¿Quién vive?», y él dijo la verdad:
«Yo soy un l
adrón, ¿quién eres tú?». El hombre que lo había descubierto era el mismo rey, que había salido a la terraza a disfrutar de la agradable brisa. Respondió: «Yo también soy un ladrón ». Así, deci dieron unir esfuerzos, y dividir a partes iguales el botín que ob tuvieran. El ladrón propuso que violaran la bóveda del tesoro del palacio; el nuevo compañero dijo que él sabía dónde estaban las llaves; así, se escurrió en la oscuridad y las trajo. Ambos entraron en el tesoro y se dividieron el botín, pero encontraron tres diamantes muy grandes y brillantes. El rey tomó uno, el ladrón otro y el tercero lo dejaron donde estaba de mutuo acuerdo, pues, como dijo el ladrón: «Dejemos que el desafortunado rey, que lo ha perdido todo, tenga por lo menos esta única gema como consuelo ». Luego se separaron, pero no antes de que el ladrón respondiera a una pregunta del rey: «¿Dónde vives?». El ladrón, que había jurado no decir mentiras, tuvo que decirle su dirección.
A la mañana siguiente, se conoció la noticia de que el tesoro había sido saqueado y el rey mandó a su primer ministro a que fuera a hacer el inventario. Éste fue y vio las cosas en desorden entre cofres abiertos. Encontró un gran diamante, que evidentemente había escapado a los ojos de los malhechores. Se guardó la preciosa gema y después de unos minutos allí volvió ante el rey y le describió la escena y la pérdida. El rey mandó que todos los ladrones conocidos fueran llevados ante él, incluyendo a uno cuya dirección él mismo dio. Los malhechores fueron llevados ante él, pero sólo interrogó al que había indicado especialmente y éste reveló que él y “otro” que ya había entrado al palacio se habían repartido el botín la noche anterior. El rey le preguntó por los diamantes y el ladrón dijo que habían dejado uno de los tres en el mismo lugar; que sólo habían tomado uno cada uno. Él tenía que decir la verdad.
Así supo el rey que el ministro debía de haberse apropiado del tercero y ordenó que éste fuera registrado ahí mismo. No hace falta decirles que el diamante fue recuperado y el ministro quedó en evidencia como un funcionario deshonesto. El rey lo destituyó en el acto y en su lugar nombró ministro al “ladrón”.
Ahora que era ministro, el ladrón abandonó el robo, pues tenía más que suficientes medios de vida y no había tiempo ni siquiera para jugar. Se hizo famoso como ministro honrado y eficiente. El gurú, atraído por su fama, fue a visitar la ciudad, y cuando el ministro lo vio, cayó a sus pies agradecido por la manera como lo había reformado.
Así es como funciona el primer paso. Hace posibles los siguientes con muchísimo menos esfuerzo. El gurú debe persuadirlos de dar ese primer paso, describiendo la vergüenza que implica quedarse quieto o retrasarse y señalando los placeres del viaje y la mag nificencia de la meta. No todos los gurús que ahora disfrutan de esa posición son capaces de esto. Los discípulos los gobiernan y guían, cuando ellos deberían estar guiando a los discípulos.
Hubo un pastorcillo que fue elevado a la posición de gurú; él pronunciaba siempre dos sonidos, nada más: Thurrrr, thurrrr y Thak thak thak. Los discípulos descubrieron significados en estos sonidos y salvaron la reputación del gurú. Dijeron que el gurú estaba declarando que una vida pasada en persecuciones materiales ¡era simplemen te Thurrrr!, y que el día pasado en vanos pasatiempos sin servicio del Señor ¡debía condenarse como Thak thak thak! Si el gurú se inclina y cede a los antojos y caprichos de los discípulos y tiene miedo de perder su lealtad o está ansioso de ganársela, ¡entonces él es el sirviente del discípulo, no su maestro! El discípulo debe aprender a seguir las órdenes del gurú; es la mejor manera de beneficiarse de su sabiduría.
Les ordeno, pues, en este Festival del Gurú, hacer sadhana prac ticando las enseñanzas del Gita; ello es suficiente para que se les otorgue la liberación. Muchas personas me piden: «¡Swami, dame un Nombre que pueda repetir!». Adopten cualquier nombre que les guste, que les sea atractivo. Todos sus nombres son igualmente dulces. Es sólo un intelecto torcido el que descubrirá diferencias entre un Nombre y otro. Hay aquí una señora americana ansiosa de lograr la liberación. La nacionalidad no importa en absoluto.
Todos pertenecen al país de Dios.
Prashanti Nilayam, 14-VII-65