Discursos dados por Sai Baba
{SB 07} (41 de 48 discursos 1967)
34. 07/10/67 Cuiden el viejo árbol
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 06 cap. 19 ) Cuiden el viejo árbol 7 de Octubre de 1967 Prashanti NilayAm LA INDIA ES LA tierra donde las dicotomías de «esto y aquello», «creador y creación», de «energía y materia» fueron resueltas en una gran unidad, tanto en la teoría como en la práctica, en las escuelas filosóficas y las ermitas. Los sabios de la India saben que el árbol de la vida, con sus incontables ramas que proliferan en pensamientos, palabras y acciones, actitudes, tendencias e impulsos, tiene sus raíces en el cielo. De este modo, cada regla y ritual se volvía sagrado y santo, imbuido de pureza, humildad y amor. Esto resultaba en paz y felicidad para el individuo, la familia, la comunidad la nación y el mundo. Sin embargo, debido al predominio de maneras de pensar extrañas y totalmente contrarias a los ideales indios, la gente se avergüenza de llamarse hindú, como si la imagen que los sabios dibujaron fuera una caricatura; como si hubieran sido engañados por sus ancestros. Esta actitud es errónea y peligrosa porque ignora los perdurables beneficios que uno puede obtener de la experiencia de aquellos sabios. Las atracciones de una vida libre y fácil son superficiales y vacuas. Cuando los malvados Kauravas trataron de desnudar a Draupadi, los Pandavas se quedaron sentados, inmóviles, pues se sentían atados por su palabra errrpeñada; pero el Señor, que los amaba por esa lealtad, la salvó. Ahora, también el honor de la religión y la cultura hindúes está en juego; está siendo ridiculizado y éstas son rechazadas por la gente misma que tiene la responsabilidad de promoverlas y hacerlas fructificar. Los hindúes están abandonando rápidamente los ritos y ceremonias que señalaban las diferentes etapas del desarrollo espiritual. Se unen a la risa humillante de los cínicos que proclaman que han paseado por el espacio sin encontrar a Dios en ninguna parte; como si la tierra debajo de sus pies y la naturaleza a su alrededor no fueran suficientes testimonios de su existencia. El pensamiento hindú afirma que «yo» y Él son uno; que todas las cosas y los seres están integrados en un todo verdadero, bueno y bello en su totalidad. Los pensadores indios han alcanzado las más vertiginosas alturas de la especulación y las más claras profundidades de la intuición; han encontrado que la experiencia de la unidad fundamental no es negada por la más rigurosa lógica. Por lo tanto, todos los demás credos no son sino facetas de esta suprema verdad, de esta sublime experiencia. Y cada pequeño deber asignado al hombre en el código moral hindú refleja esta conciencia de la unidad. Por ejemplo, se establece que cuando una persona come sin alimentar primero al huésped imprevisto o al hambriento que llega a su puerta, está cometiendo un robo, ingiriendo una comida pecaminosa, ¡compartiendo un banquete putrefacto! Damayanti, abandonada por su esposo, Nala, en la oscuridad del bosque, no podía dormir, inquieta por la seguridad de su señor. Justo entonces, escuchó a una manada de elefantes que arremetía por el lugar, pisoteando a los grupos de aborígenes que dormían alrededor de ella; su grito de advertencia no fue escuchado; dormían demasiado profundamente. Así también, la India, es decir, la Madre de los Vedas, que habla con la voz de los Vedas, debe advertir a las naciones del mundo, que duermen el sueño de la saciedad de los sentidos, que lo salvaje está arremetiendo para destruirlas. Ése es el papel de la India: afirmar que Dios es un factor presente de manera constante en la vida humana, en cada átomo, en el universo, y que Dios es existencia, conciencia y bienaventuranza (Sat Chit Ananda). Ella debe nutrir el árbol de la rectitud y obtener de él, para el bienestar de todo el mundo, los frutos de la alegría espiritual, de la bienaventuranza y de la paz. La mayor necesidad de estos tiempos es la preservación y desarrollo de los principios del código moral hindú. Las personas que practican sus principios deben propagarlos con el precepto y el ejemplo. En cada uno hay sed de Dios; sólo que muchos la niegan debido a un falso orgullo, algunos por ignorancia; otros la llaman por algún otro nombre: preocupación, descontento o desesperación. Algunos pueden tener fe sólo en el amor, otros creen únicamente en la verdad, otros juran que quieren sólo la bondad, pero todos ellos no saben que se están refiriendo sólo a Dios por estos nombres. Ellos también son peregrinos hacia el mismo santuario. Prashanti Nilayam 7 X 67 |