Discursos dados por Sai Baba
{SB 06} (28 de 45 discursos 1966)
31. 17/10/66 La doma de lo salvaje
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 05 cap. 48 )
La doma de lo salvaje
17 de Octubre de 1966
Prashanti Nilayam
Dasara
Es en verdad un destino deplorable el que un pueblo que bebió el néctar de la cultura espiritual y pasó sus días en paz y alegría esté hoy en las garras del temor, la facción, el fracaso y la debilidad.
El río Sarasvati que fluye subterráneo e invisible pero que sustenta y fertiliza los cultivos sembrados en la superficie, se ha secado; la fe y la devoción han declinado, de modo que el hombre mira a su semejante como a un rival y competidor más bien que como la imagen del mismo Dios que él reverencia.
Grandes sabios, llenos de una gran compasión por sus semejantes, establecieron reglas, lineamientos, límites e instrucciones para la vida y la conducta diarias para que la mano y la mente del hombre, sus instintos e impulsos, no se dirijan en contra del hom bre, sino que más bien vayan hacia los ideales de la verdad (sathya), la rectitud (dhama), la paz (shanti) y el amor (prema). Declararon que cada acción debe ser sopesada y aprobada sólo si limpia las emociones y pasiones; debe ser desechada si las agita o con tamina. La pureza de la emoción es el fruto del karma y cualquier acto que la manche o la excite hasta la impureza (rajas) o la rebaje a la ignorancia (tamas) debe ser evitado. Los sacrificios, ritos y peregrinaciones se prescribieron para que el hombre pudiera aprender la gloria del renunciamiento, no el brillo de la osten tación y el desperdicio llamativo.
Los sacrificios imponían a los que los realizaban y a los participantes una rigurosa rutina de limpieza física y mental que los conducía a la presencia de lo Supremo. Del mismo modo que las atractivas imágenes en los libros de estudio de los niños atraen la atención y la mantienen firme, llevaban a los encantados lectores por las lecciones y los ayudaban a dominar el conocimiento mismo.
Aprendían acerca de Akshara, la verdad eterna e incambiable, por medio del cambiante karma. La adoración de imágenes, los rituales en los templos, los votos y ayunos, los festivales y días santos, todos están diseñados para domar lo salvaje en el hombre y adiestrarlo para que camine por el camino recto y estrecho hacia la autorrealización.
El antiguo enfoque sobre la vida y cómo vivirla, el cual, según dijo el Ministro, ha sufrido una recaída, con toda seguridad triunfará de nuevo; los atractivos de la ciencia y de la moda occidental, el cinismo y el despiadado egoísmo irán desapareciendo. No son sino la ceniza sobre la brasa que está ardiendo; si soplan sobre ella, caerá. Como nubes que pasan por el cielo haciendo sombra sobre las llanuras, estas distracciones desvían a algunos de la meta; pero no hay necesidad de desesperarse y pensar que la India va a perder su herencia. Ahora que los gobernantes son también herederos del mismo tesoro y conscientes de su grandeza y singularidad, el peligro de que se descuide es muchísimo menor. Los gobernantes no son diferentes de los gobernados; la gente misma elige a los gobernantes y les confía poderes, responsabilidades y fondos para planificar y poner en práctica programas para mejoramiento de todos, de modo que debe haber una comprensión y cooperación mutuas mayores que en el pasado, cuando los gobernantes pertenecían a un país distante y a una cultura extraña.
El Ministro describió en su discurso cómo el progreso en la mecanización e industrialización ha traído a la zaga varias enfermedades sociales y desajustes individuales; reconoció la eficacia de la Religión Eterna para mitigar estos males y recomendó el estudio de los Vedas, Shastras y Puranas. Habló de un consejo consultor de líderes religiosos que pudiera ayudar a los gobernantes a preservar y promover los principios y la práctica del Sanathana Dharma.
Lo que los gobernantes están ansiosos de dar, la gente debe estar ansiosa de recibir; lo que la gente está deseosa de lograr, los gober nantes deben estar ansiosos de promover; ésta es la manera en que el país puede seguir adelante en este campo fundamental de la actividad espiritual. Por encima de todo, la gente debe anhelar más a Dios y menos al oro. El impulso de acumular fortuna, de vivir en el lujo, de dedicarse a la habladuría, de deleitarse en la falsedad, de recrearse en la ostentación, debe ser desechado.
Éste ata al hombre a lo trivial, ahoga su naturaleza divina que lucha por florecer en el servicio, el sacrificio y el amor hacia todos.
Dásara, 17-X-66