Discursos dados por Sai Baba – 31. 04/10/67 Templos ambulantes

Discursos dados por Sai Baba

{SB 07} (41 de 48 discursos 1967)

31. 04/10/67 Templos ambulantes

( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 06 cap. 16 )

Templos ambulantes

4 de Octubre de 1967

Prashanti NilayAm

ANTES DE CADA FESTIVAL, yo les hablo a los hombres y mujeres que escojo como voluntarios y les aconsejo acerca de sus deberes y del espíritu con el cual deben cumplirlos, pero son muy pocos los que actúan de acuerdo con ese consejo; cada uno se dedica a sus propios planes egoístas. Se ayudan a sí mismos y no a los que necesitan su ayuda. Esta insignia indica que son desinteresados, que están dispuestos y deseosos de servir. No es un adorno o un premio. El tenerla y andar por allí, paseando por la calle enfrascados en habladurías y malos hábitos, es como traicionar a los que esperan que ustedes los ayuden; es también un sacrilegio. Caen a los pies, caminan alrededor del salón de oración y llevan a cabo todos los ejercicios con los que proclaman que son devotos; declaran ante estos mismos visitantes que son devotos, pero su comportamiento los traiciona: revela que no merecen ese nombre.

Las personas enfermas deben recibir atención médica inmediata; deben sentar a los ancianos en la sombra y cuidar y consolar a los niños. Muchos miles de personas se van a reunir aquí durante alrededor de doce días y noches; es posible que también se hagan presentes algunas personas que quieran hacer dinero fácil apropiándose de los bienes ajenos. Es pecado, por supuesto, dondequiera que se haga; aquí, en esta atmósfera de verdad, lo es doblemente. Por eso, los visitantes deben ser protegidos de estas personas; ustedes deben estar vigilantes y descubrir e impedir sus maniobras. Esta insignia es un llamado para ayudar a los miles de devotos que vienen aquí con la plena fe de que tienen al Señor para velar por ellos. Estar aquí es en sí mismo un don de gracia, ganado por méritos acumulados; recibir la insignia es un don más raro aún. Saquen el máximo provecho de esta gran oportunidad. Esta insignia es como un retoño que ha brotado de la semilla de mérito que sembraron en el pasado. Cuiden que este retoño sea regado y cuidado por su servicio honesto, no secado por el polvo de la hipocresía y la duda. Les da una valiosa oportunidad de desechar los malos hábitos y de adquirir los buenos. Tendrán que poner a un lado la arrogancia y el ansia de ostentación para que puedan ganarse la gracia. Sirvan a las personas sin pensar en «alto» o «bajo»; ningún servicio es alto o bajo, cada acto de servicio es igual a los ojos del Señor; es la disposición, la alegría, la eficiencia, la destreza con las cuales se apresuren a hacerlo lo que importa.

Si no sirven al hombre, que posee los mismos sentimientos, impulsos e instintos, que es su propio pariente y se encuentra delante de ustedes vivo y aceptando su servicio con alegría y una sonrisa de gratitud, ¿cómo pueden servir a Dios, que está más allá de ustedes y es tan alto, tan diferente y distante, tan potente y misterioso? Adiéstrense a servir a Dios sirviendo al hombre en cuyo corazón Dios está instalado. Convénzanse de que el servicio al hombre es adoración a Dios. Si rechazan a una persona que corre a su casa para guarecerse de la lluvia haciendo que vaya de nuevo a la intemperie, son inhumanos, cuando menos; si no hacen todo lo que está en sus manos para aliviar el dolor del otro, no podrán llamarse hombres. Sean por lo menos humanos aun si no aspiran a llegar a ser divinos. El ser humano es por lo menos mejor que el estado de bestias, pues ellas no recuerdan el pasado ni planifican para el futuro. El ganado no sabe que está arando para poder sembrar y llevar la cosecha a casa al terminar la siega. El hombre apila sobre su cabeza el pasado y el futuro, y como no siente seguridad, añade el peso adicional del «seguro». El hombre está agobiado de deseos; planea iluminar el futuro y borrar el pasado. La pequeña semilla de deseo crece rápidamente hasta convertirse en un fuerte árbol; por eso, deben quemar la semilla en el fuego de la austeridad para que ya no pueda brotar.

El fuego del desapego quemará la semilla del deseo hasta quitarle el último trazo de vida. Meros arranques transitorios de renunciamiento no tendrán éxito en impedir que retoñe. El desapego debe ser complementado por el conocimiento de la falsedad del mundo objetivo. De otro modo, la humildad y la reverencia no serán sino trajes que se ponen mientras llevan la insignia. Cuando se despiden y se alejan de las puertas d3 Prashanti Nilayam, ¡se cambian la ropa y llevan los viejos harapos del arrogante egoísmo! Si alguien usa palabras duras ccntra ustedes, no permitan que su orgullo los lleve a desquitarse con más palabras duras. Si uno de sus dedos lastima su ojo, no se vuelven contra él y se vengan, ¿verdad? La persona que les habló duramente es ustedes tanto como su pr,)pio dedo.

Le dicen a la gente que no hable alto, que no fume, pero si ustedes mismos cometen estos errores, ¿cómo pueden insistir en que otros obedezcan sus instrucciones? Controlen estas tendencias; son hábitos recientes. Si no dominan estos pequeños males, ¿cómo esperan lograr suprimir alguna vez los males más profundos tales como la codicia, el orgullo, el odio, la maldad u otras tendencias viciosas? Esta insignia es una señal de mi amor, de mi compasión. ¡Es una inspiración, una enseñanza, una bendición! Espera de ustedes que sean virtuosos, un ejemplo para todos en devoción y entusiasmo. Dondequiera que se encuentren, cualquiera que sea la hora, cumplan con el deber que exige esta insignia, la tengan puesta o no. Ayuden a los demás lo más posible; si no pueden ayudarlos adecuadamente, por lo menos sientan su dolor. Oren con todo su corazón así: «¡Qué pena, cuánto sufrimiento están pasando! ¡Oh Señor, alívialos pronto!».

Shankaracharya vivía de limosnas. En los días antiguos, los príncipes que estudiaban en las ermitas tenían que pedir limosnas y vivir de lo que recogían. Esto tenía como propósito eliminar el tonto egoísmo. Como peregrinos hacia el sagrado templo de la acción correcta, desechen su equipaje de egoísmo y entren al santuario para purificar su corazón. Depositen su equipaje en las bóvedas de la «entrega». Recuerden que las personas a quienes están sirviendo son templos donde Dios está instalado. Adórenlos con las flores de las buenas palabras, de la ayuda oportuna y del cuidado vigilante.

Prashanti Nilayam

4 X 67