Discursos dados por Sai Baba
{SB 09} (30 de 35 discursos 1969)
26. 18/10/69 Soldados y generales
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 07 cap. 27 )
Soldados y generales
18 de Octubre de 1969
Prashanti Nilayam
DIOS LES HA DADO esta gran oportunidad, este maravilloso mundo, para que lo usen como un gimnasio para el desarrollo de la paz mental y como una mina para transmutar su metal básico en una valiosa moneda. Por lo tanto, deben ofrecerle su gratitud por la lluvia de gracia. Hasta los insectos tienen este sentido de agradecimiento. Una hormiga quedó atrapada en una hoja que la crecida del río se llevaba y desde el fondo de su diminuto corazón llamó a Dios implorando su ayuda. Dios impulsó a un milano que volaba por encima del río a que se sumergiera y volviera a salir con la hoja en su pico, pues hizo que la confundiera con un pez o una rana. El pájaro quedó muy decepcionado, pero la hormiga estaba encantada de aterrizar sobre suelo firme. «Dios vino como un milano y me salvó pensó . Yo debo estar agradecida al pájaro, a todos los pájaros», fue su resolución. Un día, cuando hacía su ronda matinal, vio a un cazador que apuntaba una flecha hacia un pájaro; recordando cómo su vida había sido salvada por un pájaro, picó el pie del cazador justo cuando éste soltaba la flecha mortal; la puntería falló y el ave se fue volando y se salvó. La hormiga había pagado su deuda.
El hombre también debe pagar sus deudas. Está muy «endeudado» con Dios por todo lo bueno, lo verdadero y lo bello de que está provisto. Él debe pagar la deuda que contrae cuando escucha un discurso; esto se hace reflexionando sobre lo que ha sido dicho y practicando por lo menos algunas de las formas de vida que han sido recomendadas. La comida que se toma debe ser digerida para que pueda fortalecer la corriente sanguínea y transformarse en valor, destreza y vigor. El mundo al cual nace debe ser observado y estudiado con cuidado y discernimiento: la palabra mundo significa «todo lo que no es yo, todo lo que el yo llama mío; el cuerpo, los sentidos, la mente, la inteligencia».
Dios está en todas partes, lo es todo; por eso, parecería que no está en ninguna parte y que no es nada, pues para poder conocerlo deben identificarlo como alguien extraño y algo único. Olvidamos que todo nos es extraño a nosotros, que todo tiene una peculiaridad propia. ¿Con base en qué autoridad pueden negar, con qué autoridad pueden aceptar? No pueden negar el amor, la verdad o la sabiduría. Él es el amor, el poder, la verdad, la sabiduría, la belleza. Si aceptan el amor, aceptan a Dios. La tierna planta de la espiritualidad puede crecer sólo en el campo del amor; no puede prosperar en el terreno seco y sin amor de los corazones humanos.
Remuevan toda traza de salinidad de sus corazones, añadiendo al suelo el precioso abono del nombre del Señor. Riéguenlo con fe y después siembren las semillas de la divinidad; tengan la disciplina como cerca y la perseverancia como el pesticida que deben rociar. Entonces podrán recoger la rica cosecha del conocimiento, que los liberará de la tarea de cultivar para siempre. Aquellos que se ríen de la gente que canta bhajans o visita templos o asiste a escuchar discursos divinos no han probado el néctar y por eso están en contra de él. Ténganles piedad, pues no saben lo que están perdiendo.
Sin embargo, estas personas ayudan al aspirante obstaculizando su aspiración. La gente me ruega: «¡Baba, pon fin a las maquinaciones de estos incrédulos!», pero yo sé cuán útiles son estos calumniadores. Cuando el mijo ha crecido hasta cierta altura, pueden ver al labriego tomando un pico y hurgando el suelo alrededor del tallo; podrían temer que vaya a dañar la planta hiriendo sus raíces. No; esa operación sólo ayuda a que la planta crezca mejor y más fuerte.
Ciertos árboles frutales también deben ser podados a menudo. La oposición, la crítica, hasta una condena, son necesarias para confirmar, consolidar y promover la verdadera fe. Las pruebas sólo profundizan la convicción. ¿De qué sirve tener una nariz que se cae al primer estornudo? Algunos llaman a Dios sólo en la aflicción. Como va el dicho: «Cuando viene sankata (la aflicción) llaman al Dios Venkata». Hasta hace poco tiempo, los peregrinos que ascendían por la escalinata que los llevaba por las siete colinas al santuario de Venkataramana, solían gritar: «¡Govinda! ¡Govinda!», para que sus piernas no les dolieran; ahora se hizo una carretera hasta la puerta del templo y los automóviles y autobuses llevan a los peregrinos hasta la misma presencia divina. Así, el único dolor que la gente tiene es de estómago, debido a su excesivo comer y a la falta de ejercicio. ¿Cómo se revelará Dios si el buscador llega hasta su presencia fácilmente en un buen carro y continúa con su vida de lujos? Anhelen ver al residente en el templo de su cuerpo, no anhelen mantener el cuerpo cuidado y mimado con costosas comodidades. Hay algunos «aspirantes espirituales» ultramodernos que no quieren salir de sus puertas ni gastar un céntimo ni mover un músculo y que, sin embargo, demandan que la autorrealización caiga suavemente en su regazo de manos del gurú o de Dios, a quien desean persuadir o manipular. Y hay gurús que complacen a tales personas para poder sacarles un montón de dinero.
Pueden quejarse de que Dios es duro y sin corazón porque no responde a sus oraciones, no da señales en sus imágenes ni habla desde «ninguna» parte en términos claros e inequívocos, calmando, tranquilizando, aconsejando; pero déjenme decirles: Dios es amor, el amor es Dios. Su forma es el amor, su naturaleza esencial es la bienaventuranza; su elemento vital es la verdad. Si hasta el pedregoso barranco se hace eco de sus voces y responde cuando gritan, ¿no responderá el blandísimo y dulcísimo corazón de Dios lleno de amor? Si no hay respuesta, podrán inferir que falta algo en el grito: quizá haya sido vacío, insincero, mera actuación, de acuerdo con un patrón, dirigido a alguien alejado de uno, distante, como un tirano o un capataz. Sepan que Dios es el más querido y más próximo a ustedes, tan querido y tan cercano como su propio corazón, y órenle a él; seguramente su respuesta les será dada de inmediato. Cien individuos que oraran así aliviarían a la tierra entera. Pueden tener vastos ejércitos, pero son útiles sólo cuando los pocos generales que los conducen saben donde están y hacia dónde deben avanzar y cómo vencer al enemigo, cuya fuerza y debilidad hayan captado. Enormes masas de gente cantan, recitan, adoran, reverencian, alaban, se postran, pero éstos son los soldados; aquellos que creen, que tienen fe y que practican las disciplinas, ésos son los generales en quienes el monarca confía.
El futuro de esta sagrada tierra está en los pocos que practican las disciplinas espirituales y ponen ante los otros un ejemplo de la bienaventuranza que se puede adquirir por esos medios; sólo ellos pueden establecer la paz espiritual suprema y destruir la ansiedad e intranquilidad. Yo insisto, día tras día, en la necesidad de la práctica, la fe firme y la disciplina. Esto puede ser molesto para algunos de ustedes. A veces siento que he hablado suficiente, que es tiempo de que les dé algún reposo, pero pronto esa resolución es vencida por la compasión. Y heme aquí de nuevo dirigiéndome a ustedes. Mi creencia es que, como dice el maestro de música, «dominan la melodía por un esfuerzo constante en reproducirla, no de otra forma». En el rincón de unos pocos corazones puede quedarse por lo menos una porción de lo que aconsejo y de allí, inevitablemente transformará las vidas, actitudes y emociones diarias de esas personas. Cuando caen las lluvias, muchos se sienten preocupados, se quejan del mal tiempo, de no poder andar de un lado a otro, pero consideren los duraderos beneficios que confiere la lluvia. Tuvimos buenas lluvias los últimos tres días. Algunas personas me dijeron: «Swami, ¿por qué no ordenas que las lluvias no perturben las actividades aquí?» Bien, éstos son asuntos tr
iviales por los cuales no se deben hacer a un lado los intereses principales. De hecho, las ofrendas que se llevan a cabo son para persuadir a los dioses a que envíen lluvia, y han tenido éxito. Las lluvias promueven las cosechas y la prosperidad. Las ofrendas las hacen los sacerdotes en estricta conformidad con las directrices védicas y así, en el mismo momento en que se está llevando a cabo el rito, los vientos reúnen las nubes de lluvia.
Prashanti Nilayam
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