Discursos dados por Sai Baba
{SB 15} (42 de 59 discursos 1981 a 82)
24. 03/10/81 Fe en la meta
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 11 cap. 28 )
Fe en la meta
3 de Octubre de 1981
Cuando todo deseo está satisfecho
a Dios se le ama, se le adora y se le agradece.
Cuando ningún deseo es satisfecho
a Dios se le niega y se le desconoce.
ESTE KAII YOGA es elogiado en las Escrituras como aquél que conduce como ningún otro a la salvación, pues se puede lograr lo más elevado mediante el solo pensamiento de Dios y el recuerdo de su nombre. De todos los yuggas, éste es descrito como el más sagrado, el más benéfico. La meditación fue prescrita como el medio de liberación en el Kritha yuga; las austeridades, como el mejor medio en el Threfa yuga, y la adoración ritual, en el Dwapara yuga; pero para el hombre de este yuga, el sencillo remedio prescrito es sólo la conciencia constante del Nombre Divino. A pesar de esto, es triste que al hombre no le interese este camino y convierta su vida en un despilfarro estéril.
A menos que se renuncie, no se puede adquirir, ésta es la regla de la vida. Hasta las menores cosas no pueden ser obtenidas sin perder algo. Uno tiene que pagar para obtener el más preciado de todos los dones: la conciencia del Alma. Para obtenerlo hay que renunciar a los placeres sensuales; ¿es éste un precio demasiado alto? En realidad, el placer al que renunciamos no lo es de ninguna manera. Los placeres están también llenos de dolor. ¿No pueden ustedes renunciar al dolor para obtener alegría, al mal para obtener bien, a la diversidad para obtener unidad, a los muchos para obtener uno? Deben esforzarse por la victoria en la lucha contra los caprichos y ardides de los sentidos. Deben enfocar en un punto todos los recursos mentales y físicos para obtener el éxito; tienen que llenarse con la gracia divina ofreciendo su fuerza y destreza a propósitos divinos.
Toda actividad tiene una meta, un fin. Cuando uno va al mercado, o a la escuela, hay un propósito. Si esas actividades momentáneas y pasajeras son motivadas por una meta, ¿cómo puede uno pasar sus años de vida en la Tierra sin ningún propósito que lo guíe? Los propósitos son la sal de la vida. Sin embargo, año tras año llevan vidas insípidas, desabridas, sin agregarles la sal de un propósito (Dios).
Cuando es elogiado, el hombre se exalta; cuando lo censuran, se cae; pero para el que confía en Dios, para el devoto, estas reacciones son una señal de debilidad. El hombre debe resistir ambos, el elogio y la censura, el éxito y el fracaso, el placer y el dolor, y esforzarse por ser firme e impasible. Si coleccionan deseos, se volverán sus esclavos, pues éstos son interminables; y si logran satisfacer alguno, otros vendrán a remplazarlos y nunca se sentirán satisfechos. Sean conscientes de su Divinidad innata y coloquen estos deseos recurrentes en su debido lugar. El Alma en ustedes no debe ser afectada por el deseo, la derrota o la victoria. Son nubes que pasan; el sol no se preocupa por ellas.
No hay nadie que no esté familiarizado con el Ramayana, que describe el bosque Dandaka, oscuro y terrible con el rugido de las bestias salvajes. Estaba infestado de terribles hordas de ogros. Surpanaka era una demonia que vagaba por allí. Khara era un demonio de la misma naturaleza. En ciertos claros de esta selva, tenían sus ermitas algunos rishis, quienes llevaban vidas puras, libres de egoísmo, centradas en Dios. El príncipe Rama, su hermano Lakshmana y Sita, la consorte de Rama, llegaron al bosque como exiliados, y pasaron algunos días con grandes sabios como Agastya y Sarabhanga. También encontraron en su retiro a la asceta Sabari. Rama destruyó a los demonios y restauró la paz de la región para que los sabios pudieran llevar a cabo sus disciplinas y ritos sin ser molestados.
Esto es lo que dice el poema épico, pero, ¿exactamente dónde se encuentra el bosque Dandaka? No necesitan buscarlo en ningún mapa o repasar las páginas de la historia. Está en el corazón de cada hombre. Los malos sentimientos son los «demonios»; los buenos sentimientos son los rishis. Rama es la personificación de la facultad de discernimiento del intelecto. Sita y Lakshmana son los niveles superiores de conciencia. Rama puso fin a los malos sentimientos y alentó los buenos. Rama es el emperador de Ayodhya. Este nombre significa «inexpugnable», «sin enemigo»; es decir, que ningún sentimiento o pensamiento dañino o degradante puede invadir al corazón cuando Rama está instalado allí. Thyagaraja cantaba: «¡Oh mente!, medita sobre Rama, con el conocimiento total de lo que él representa».
Cuando hablo, ustedes oyen mi voz en altavoces por medio del micrófono; escuchan el instrumento, el altoparlante, pero soy yo quien habla. Así también, cuando hablan, el Alma es quien inspira y forma las palabras. El propietario se sienta en el auto y viaja. El carro, sus cuerpos, tiene cuatro llantas: rectitud, riqueza, deseo y liberación (dharma, arta, kama y moksha, las cuatro metas del hombre) y están llenas del aire, de la fe, que hace que su viaje sea agradable; pero tiene que ser uniforme en las cuatro llantas. El volante dentro del carro dirige las llantas que están afuera. El volante es la mente. Lo que comen y lo que beben es la gasolina y la bocina es la lengua. En este carro recorren el camino de los gustos y aversiones (samsara). Reconozcan que Dios es la persona que está al volante. Él los llevará felices y seguros a su destino. Tengan fe en Él y libérense del temor, la ansiedad y la angustia. Entréguense a Él; su gracia puede salvarlos, su sabiduría puede iluminarlos, su poder puede vencer todos los obstáculos. Fe y entrega son las manifestaciones de la devoción. Ellas pueden asegurarles paz y alegría a ustedes y a toda la humanidad.
Prashanti Nilayam
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