Discursos dados por Sai Baba
{SB 09} (30 de 35 discursos 1969)
23. 15/10/69 Olviden la feria de vanidades
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 07 cap. 24 )
Olviden la feria de vanidades
15 de Octubre de 1969
Prashanti Nilayam
¿POR QUÉ EL HOMBRE llora cuando llega al mundo, se queja durante toda su vida y gime cuando parte para el más allá, lamentándose de que su estancia aquí ha sido una pérdida de años? El hombre hace esto porque no está consciente de su gloria, de su alto destino. Él es lo divino vertido en un molde humano, justo como lo es todo lo demás, vivo o inerte; pero es privilegio sólo suyo el tomar conciencia de esta preciosa verdad. Éste es el mensaje de las Upanishads al hombre. Este mensaje es repetido en las escrituras y en las declaraciones de incontables santos. Sin embargo, el hombre pone oídos sordos a ello, quizá debido a la propia mala fortuna creada por sus propias malas acciones de vidas pasadas. Él puede ganar la felicidad del Alma por medio de la contemplación de su divinidad, o de lo divino representado por todo lo que ve, oye, prueba, toca o huele fuera de sí. «Brahman es inmanente en todo», dice el dicho. ¡Qué inagotable fuente de bienaventuranza está dentro y fuera de ustedes! Sólo que tienen que desarrollar la mente que responderá al llamado, que reconocerá la verdad. El niño en la cuna es la imagen misma de la bienaventuranza; cuando llora, corremos hacia él, pues estar triste es contrario a su naturaleza. El hombre también es esencialmente bienaventuranza; la aflicción es ajena a su composición.
Reconociendo la inmanencia de lo Divino, uno debe dedicarle todos sus actos. ¿Qué es el acto cuando lo analizan profundamente? Es la manipulación de lo Divino por lo Divino, para lo Divino, por medio de la destreza provista por lo Divino; no hay ningún yo o mío en ello, excepto el Yo universal y Lo Mío divino.
La dedicación debe ser llevada a cabo de varias maneras. Por ejemplo, tomen el alimento que consumimos. Ofrézcanlo a Dios antes de comerlo; entonces se vuelve puro y potente. Cualquier acto hecho para la glorificación de Dios se vuelve, por ello, puro y potente. Es incapaz de hacer daño al hacedor, al beneficiario o a la sociedad, pues está saturado de amor, que es Dios. Dios es el director de esta obra de marionetas, el manipulador de las cuerdas. Vayan detrás del telón y véanlo. Ahora ese telón lo está escondiendo; deben sólo atisbar detrás de una flor, detrás de una nube, para verlo tirando de la cuerda, para mostrarnos la belleza, para mostrarnos la cualidad de la humildad. Así también, sólo tienen que mirar detrás de sus pensamientos, detrás de sus sentimientos, y allí encontrarán al Motivador Interno. Este proceso de mirar hacia adentro es enseñado en los Yoga Shastras de la India. Pero deben acercarse a maestros que sean puros y desinteresados, no a aquellos que compensan su ignorancia con trucos y ardides.
Si no consiguen tal maestro, la sola meditación en el Nombre y la Forma de Dios cualquier Nombre y Forma que les agradees suficiente. O aun la recordación del Nombre y de la gloria es suficiente. Es importante mantener la mente alejada del vicio y de la codicia; el corazón debe conservarse tierno y compasivo. No es cuestión de edad; una persona puede ser vieja pero su corazón puede ser fresco y tierno, lleno de entusiasmo por el servicio y de disposición para el sacrificio. Esto le asegurará la obtención del pasaporte para el reino espiritual. La divinidad es sólo el término del viaje de la vida humana, como la fruta madura es el término del viaje desde el botón, pasando por la flor, la fruta incipiente, la amarga y ácida hasta la dulce y jugosa plenitud. La gracia es la luz del sol que madurará la fruta. La disciplina espiritual es la savia que sube de la tierra. Ambas son necesarias para que el árbol pueda dar frutos.
La gracia es derramada sobre aquellos que la buscan. Toquen y se les abrirá, pidan y se les servirá el alimento, busquen y el tesoro será suyo. Pueden quejarse: «¡Pero, Swami, hemos estado tocando, pidiendo y buscando por años y la puerta todavía no se ha abierto, el alimento todavía no aparece, el tesoro está todavía oculto!» Pero déjenme decirles esto: han estado pidiendo al demonio, no a la divinidad, tocando a la puerta del diablo y cavando por el tesoro en el reino del diablo. El reino del diablo es el mundo objetivo, la naturaleza externa. ¡Ella es una hábil encantadora! La han estado propiciando creyendo que puede conferirles paz y felicidad. Ella los tienta y los lleva de una decepción a otra; aumenta su ego y su sentido del éxito y hace que se les suba a la cabeza. Están tocando a la puerta equivocada: la puerta del infierno, que está siempre abierta. Están buscando placeres baratos, no el tesoro permanente.
Me dicen: «Swami, he estado practicando intensamente la meditación por cincuenta años, pero todavía no logro la concentración». Ésta es una confesión vergonzosa. La meditación es el séptimo en una serie de pasos que llevan al último: la conquista de la mente. A menos que hayan dominado los seis pasos anteriores, retrocederán de la meditación, no importan los muchos años que puedan tratar de llevarla a cabo. El primer paso es el control de los sentidos, el segundo es el control de las emociones e impulsos, el tercero es el dominio del equilibrio y la serenidad; el siguiente es la regulación de la respiración y de los movimientos de los aires vitales; el quinto es el rechazo de las influencias externas, evitar que la mente se desvíe; el sexto es la atención centrada en el propio progreso como única meta, y entonces llegamos a la verdadera meditación sobre la auténtica realidad propia, lo cual fácilmente nos lleva a su realización en el estado de bienaventuranza (samadhi). Sin los escalones preliminares, no pueden saltar directo al séptimo y de allí brincar al octavo.
Reduzcan el equipaje que llevan en el viaje de la vida. Recuerden: su equipaje es todo lo que no son «ustedes». Ustedes no son el cuerpo; así, el cuerpo es parte del equipaje. La mente, los sentidos, la inteligencia, los deseos, los planes, los prejuicios, la imaginación, el descontento, las preocupaciones, todos éstos todos son como artículos de viaje. Deséchenlos pronto para que el viaje sea más ligero, seguro y cómodo.
Aprendan esta lección viendo a los grandes hombres, que son humildes y sencillos. Ellos son sus mayores, a quienes deben admirar y seguir. Ellos son los que los deben hacer llorar cuando pasan a otra,vida; hay otros, en cambio, que los hacen llorar cuando pasan por su vida. Éstos deben ser evitados. Dios mismo se hace presente a las bestias y a las aves más bien que al hombre, quien se ha extraviado por el camino de la selva. Hace poco, en Dharmavaram, un hombre llevaba hacia la estación del ferrocarril un carromato lleno de personas y equipajes y azotaba despiadadamente al caballo para que corriera más rápido. Un viejo barbado, de aspecto agradable y sano, que cruzaba por el camino, lo abordó y le dijo: «¡Hey! ¡No tires demasiado las riendas, aflójalas y el caballo correrá más rápido!» El carretero le respondió: «¡Tú no te metas! Yo conozco mejor a mi caballo». Uno de los hombres que iba en la carreta dijo: «¿Quién piensas que es ese viejo?» «No me interesa», le contestó el conductor. Entonces oyó una voz (era el caballo el que hablaba) que decía: «Él es Krishna, que guió los caballos del carro de Arjuna; él conoce todo acerca de los caballos». El carretero pensó que aquella voz era de alguno de los pasajeros, y replicó asomándose hacia dentro del carromato: «Él podrá saber todo acerca de los caballos de Arjuna, pero, ¿qué puede saber del mío?»
Las gopis sintieron que una abeja podía sentir como suyo el dolor de ellas al separarse de Krishna más que cualquier mensajero humano. Por eso le pidieron a una abeja que intercediera por ellas ante el Señor. Una gopi le suplicó: «Llévale la guirnalda de mi adoración». Otra ansiaba pedirle a Krishna que iluminara las tinieblas de su corazón. Radh
a le pidió a la abeja que le rogara a Krishna que hiciera que las arenas de su desierto corazón se convirtieran en una verde pradera para que los pies del propio Krishna pudieran pisar sobre una suave superficie.
Ofrezcan a Dios el claro y tranquilo lago de su mente; o incluso, s¡ la mente es díscola y alocada como la del mono, ofrézcanla a Dios, como hizo Shankaracharya. Él le oró a Shiva de este modo: «¡Oh Señor! Tengo conmigo justo lo que necesitas cuando vas mendigando. Tengo un mono de los más traviesos, que salta sobre todo el mundo y sobre todo lo que atrae su imaginación. Llévatelo contigo, y, como los mendigos que llevan un mono con ellos, entonces te volverás un mendigo más atractivo para los niños de los pueblos que visites!» Entréguenle la mente, pura o pueril, a Dios. Sean sinceros en su anhelo y en su práctica espiritual. La erudición formal y la avenencia con lo externo son pobres sustitutos de la verdadera y genuina devoción. Shankaracharya iba por las calles de Varanasi cuando vio, en una pequeña ermita, a un monje estudiando un libro de gramática. Se apiadó del estudioso anciano y le advirtió que cuando se acercara el fin, su erudición no lo salvaría de la perdición ni lo llevaría a la meta de la fusión con Dios, así que le pidió que adorara a Dios y se llenara de pensamientos divinos. Ésa es la manera correcta de tratar con la vida, no el malgastarla en una feria de vanidades.
Prashanti Nilayam
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