Discursos dados por Sai Baba
{SB 07} (41 de 48 discursos 1967)
20. 23/04/67 La carrera y el premio
( Impreso en castellano en Mensajes de Sathya Sai, Tomo 06 cap. 9 )
La carrera y el premio
23 de Abril de 1967
Madrás
Prashanti Vidvanmahasabha
LA VIDA DEL HOMBRE tiene un comienzo y un fin; ambos están gobernados por la ley de causa y efecto. El nido de un pájaro construido con tan ardua cautela en la rama es movido por el viento y derribado por la tempestad. ¡Los bellos pétalos de la rosa, que danzan en la brisa y derraman fragancia a su alrededor, son tirados al suelo por una repentina ráfaga de viento! El hombre también es a veces derribado de la altura de su triunfo por el golpe de alguna mano invisible. Queda atónito ante la consecuencia que experimenta y no tiene idea de la causa, pues no siente ninguna inclinación a buscarla. La causa del nacimiento es la misma que la causa de la muerte: la fascinación por los objetos sensoriales y el caudal de actividades que implica.
Los niños son felices porque no tienen que involucrarse en esa actividad. Derraman alegría y entusiasmo, inocencia y confianza. ¿Cómo es que están tan frescos y alegres? Sus mentes están libres de la infección de la búsqueda del placer de los sentidos. Están gozando de la alegría sin mácula de su naturaleza innata. Ésa es la razón por la cual Cristo acarició a un niño y aconsejó a los mayores que se volvieran niños para que pudieran salvarse. ¡Qué dulce es la sonrisa del bebé en su cuna o del niño que juega en el jardín! Ésa es la verdadera naturaleza del hombre que él tontamente mancha, año tras año, al ir creciendo.
En el puro y transparente lago del corazón del hombre florece el loto de la inspiración divina; en lugar de ofrecer esa flor a los pies de Dios, tratan de colocar allí flores que se marchitan, frutas que se pudren y hojas que se secan. Ofrezcan el corazón que él les dio, lleno de adoración y amor. Su felicidad es mi alimento, de modo que deben cultivarla. Crece sólo cuando meditan sobre la fuente, la personificación y la meta, Dios. Sita fue encerrada por el cruel rey Ravana en el maravilloso jardín llamado Bosque de la no aflicción en Lanka. Los macizos de flores, céspedes e invernaderos, árboles, enredaderas y huertos eran de lo más agradable para el ojo y refrescante para la mente, pero Sita no obtuvo ninguna felicidad de ello. Ella encontró allí sólo vanidad hueca, lujuria y ambición por el poder y el placer malvado. En cambio, Sita sintió verdadera felicidad cuando un feo mono empezó a repetir el nombre de Rama desde la rama del árbol bajo el cual estaba sentada. Ese nombre fue para ella una fuente de inagotable felicidad.
La etapa de la vida, la posición en la sociedad, la profesión, las personas con las cuales entran en contacto, la recreación que les gusta más; todos éstos deben ser usados por ustedes para limpiar el espejo interno donde Dios pueda ser reflejado. La etapa de jefe de familia es un peldaño en la escalera hacia la realización en Dios. No deben estancarse en un escalón o construir un hogar en un puente. Sigan adelante, trepando, cruzando, ascendiendo hacia la meta de Dios. De este mundo prosigan al más allá; por medio de la práctica del código de reglas disciplinarias (dharma), viviendo la vida mundana como miembro de la comunidad humana, ustedes lo trascienden y se ganan el derecho y la aptitud de conocer acerca del dharma del más allá, la naturaleza y la gloria de lo Divino. El dharma del mundo da felicidad, pero el dharma del más allá les revela la fuente de la felicidad y los funde en ella.
El Señor mismo, que encarna para restaurar la rectitud, aconseja renunciar a todos los dharmas con el fin de lograr la liberación final (moksha), y en el mismo Bhagavad Gita Él recomienda, en el último capítulo, abandonar hasta el anhelo por la liberación, pues en la realidad «no hay atadura ni liberación». Es sólo un engaño nacido de la ignorancia, que desaparece cuando se permite que la luz del conocimiento ilumine el lugar donde prevalecía la oscuridad.
Si se saben enfermos, deben tratar de tomar la medicina que hará que nunca más necesiten otra. No deben volver a enfermarse. Si se dedican a las obras, deben escoger una actividad que no los atrape en su cadena de consecuencias o más karma. La acción dedicada a Dios, hecha con un espíritu de entrega, sin preocupación por las consecuencias, sólo ella puede impedir que de cada acción broten nuevos retoños.
Como resultado de recientes movimientos del pensamiento mundial, el corazón del hombre se está endureciendo con el odio y la codicia, no ablandando por el amor y la compasión. La inteligencia (que la oración del Gayatri intenta impulsar a una actividad iluminada) ciega al hombre y le impide reconocer la belleza de la naturaleza, la sublimidad del espacio, el tiempo y la causación, la potencia y majestad de Dios. Está tan pervertida, que surgen preguntas tales como «¿Dónde ha de encontrarse a Dios?», «¿Por qué él no se me revela ahora?». Pueden encontrar a Dios sólo si miran dentro de sí y se conocen a sí mismos. Él puede ser conocido sólo después de un largo proceso de purificación y al final de una preparación sistemática y disciplinada. Sin aprender el alfabeto, ¿cómo puede alguien atreverse a juzgar un clásico? La cultura engastada en los antiguos textos promovía la serenidad y el equilibrio mental que se necesitan para inquirir en las profundidades del propio ser. Se dirigía a hacer que cada uno tomara conciencia del Alma, la verdad básica, la entidad única de la cual deriva todo lo demás.
Confundiendo religión con costumbres sociales como la de tomar esposa, la de cenar con alguien o declinar hacerlo, la gente habla irreflexivamente de desechar u olvidarse de la religión. La religión es la madre, entonces, ¿cómo puede alguien prescindir de ella o negarla o rechazarla? Pueden divorciarse de una esposa y casarse de nuevo, pero no pueden negar a una madre y declarar a otra persona como su progenitora. La religión no consiste en fantasías humanas; es la llamada del espíritu del cual hemos venido, del mar en el corazón del río. Es el sentimiento de hermandad que uno siente cuando ve a otros seres inmersos en la aflicción o la alegría. Es la exaltación que uno siente cuando experimenta la verdad, la belleza y la bondad. Aquel que niega la religión no tiene discernimiento, no tiene corazón, sentimiento ni emoción. La religión es un producto de la conciencia. Sólo aquel que no tenga ninguna de éstas podrá decir que la religión es dañina o superflua.
Pueden coger algunas hojas del árbol o cortar algunas de sus ramas, pero el árbol de la religión está profundamente arraigado en el corazón humano; nunca podrá ser destruido o ignorado. El hecho de que el cuerpo no es sino un débil receptáculo susceptible de romperse en cualquier momento, de que los sentidos son imperfectos instrumentos de conocimiento, de que los objetos no son en sí fuentes de placer o felicidad, y que el sentido del yo persiste en el sueño profundo también, todas estas verdades no pueden ser negadas por decreto o simplemente abjurando de ellas. Como todos los logros, el logro de la autorrealización implica también una dura disciplina y un esfuerzo concentrado. ¡Hay que pagar el precio!
Supongamos que en un sueño se les insulta y denigra duramente. Aunque en ese momento pueden sentirse afligidos, al despertar no tendrán conciencia de lo que sucedió tan realistamente unos minutos antes. Así también, cuando despierten a la conciencia superior de la sabiduría, todo el dolor y la alegría que experimentaron en la etapa de vigilia les parecerán efímeros como los sueños. Si reportan a la policía que han matado a una persona, los meterán en la cárcel, pero si le dicen que la mataron en sueños, los harán a un lado como una molestia.
Habiendo venido al escenario del mundo como «hombre», uno debe representar ese papel eficientemente. El árbol es conocido por su fruto. El cuerpo humano es el templo de D
ios, que está instalado allí. Anhelar la realización de esta verdad, buscar descubrirla y derivar bienaventuranza de ella, ése es el camino de la devoción, del amor por Dios. Amen lo más alto, amen lo más adorable; no amen nada inferior.
Había un filósofo que enseñaba gramática y retórica a un grupo de discípulos. Al terminar una serie de lecciones dio a sus alumnos una tarea: componer cuatro líneas de poesía. Un joven, que luchaba por encontrar una rima adecuada, tenía los dos primeros versos:
La luna llena brilla esplendorosa.
En los árboles la fruta es copiosa.
En su desesperación, completó la cuarteta con dos líneas más absurdas aún que las primeras:
La comida mal cocinada no es sabrosa.
La cara de Gangana es una visión horrorosa.
La tarea fue cumplida, pero, ¡qué inútil, qué patético y despreciable fue el resultado! La mayoría de ustedes están realizando las tareas de la vida de la misma manera absurda.
Así también pasa el hombre sus años de vida en futilezas semejantes. Termina la tarea de vivir los años que le fueron asignados, pero ¡cuán inútil es el logro! Cada uno compone las cuatro líneas, pero, ¿tienen algún sentido? ¿Merecen atención o aprecio? No. Persiguen cada ilusión, cada deseo pasajero, cada línea de pensamiento y están satisfechos con haber «vivido». Pero esa complacencia está totalmente equivocada. Cuando se cierren las cuentas y se calculen el debe y el haber, ¿cuál será la utilidad que habrán ganado? No han hecho sino vagar por aquí y por allá, pero han descuidado su hogar: Atisban las estrellas en el espacio pero no exploran su ciéto interno. Atisban en las vidas de los demás y les buscan las fallas y hablan mal de ellos, pero no se preocupan por atisbar en sus propios pensamientos, actos y emociones y juzgar si son buenos o malos. Las faltas que ven en los otros no son sino proyecciones de las suyas propias; el bien que ven en otros no es sino un reflejo de su propia bondad. Sólo por medio de la meditación podrán cultivar la visión correcta, el gusto por escuchar cosas buenas, tener buenos pensamientos y hacer buenas acciones.
En la meditación, se sumergen en la idea de la universalidad y la omnipotencia de Dios. ¿No experimentan a diario que una preocupación más fuerte predomina sobre una menor y los hace olvidarla? Si llenan su mente con la idea de Dios y anhelan y suspiran lastimeramente por él, todos los deseos y desengaños menores y hasta los logros se volverán totalmente insignificantes. Los olvidarán todos y se sumergirán en la corriente de anhelo por lo divino y muy pronto en el océano de la divina bienaventuranza.
Les voy a dar un ejemplo del Ramayana que aclarará más este punto. Cuando el emperador Dasarata murió, no había nadie que pudiera realizar las exequias, y así, se envió un mensaje a sus dos hijos menores, Bharata y Satrugna, que habían partido hacia la ciudad capital de sus parientes. El mensaje no les informaba de la muerte, y cuando llegaron y vieron el cuerpo, sufrieron un impacto tan terrible ante el silencio de su padre que corrieron en busca de la reina Kausalya, su madrastra, quien estalló en lágrimas cuando los hermanos entraron a sus aposentos. Impresionados, le preguntaron la causa de su dolor, y fue entonces cuando ella les dio la triste noticia de la muerte de su padre. Bharata quedó hundido en la pena ante la tragedia y lloró desgarradoramente golpeándose el pecho. Cayó en una inconsolable agonía. Después, en medio de su dolor, dijo: «¡Madre, qué infortunado soy! No tuve oportunidad de cuidarlo en sus últimos días, durante su enfermedad. ¡Ay, querido hermano! Tú también perdiste la preciosa oportunidad de servirlo», se lamentaba acariciando la cabeza de Satrugna. Después de unos instantes, continuó: «Madre, qué afortunados son Rama y Lakshmana; ellos estuvieron con él y le hicieron muchos favores. Estaban a su lado cuando exhaló su último aliento. Ya que estábamos lejos, ¿dejó nuestro padre algún mandato para nosotros? ¿Cuál fue su último deseo respecto de nosotros? ¿Nos recordó? ¿Pidió que enviaran por nosotros?» Kausalya respondió: «Hijo, él tuvo sólo una palabra en sus labios y una forma ante sus ojos: el nombre y la forma de Rama». Bharata se mostró sorprendido y preguntó: «¿Cómo es que él pronunció el nombre y anheló la forma de Rama, que estaba junto a su lecho, y no suspiró por mí, que me hallaba lejos? ¡Oh!, ¿cómo no voy a ser desafortunado? He perdido el cariño de mi querido padre». Kausalya le dijo: «Bien; si Rama hubiera estado junto a su lecho, cerca de él, tu padre no habría muerto». Bharata exclamó: «Madre, ¿a dónde ha ido Rama? ¿Por qué se ha marchado? ¿Dónde se halla ahora? ¿Ha ido de caza a la selva? ¿Ha ido de paseo al río Sarayu?» La madre le respondió: «No, no. Él se ha ido a la selva por catorce años». Bharata no pudo soportar más. «¡Ay! ¡Qué afrentosa tragedia es ésta! ¿Qué crimen, qué pecado ha cometido Rama para merecer el exilio? ¿Por qué debe irse él?» «Tu madre quiso que él se fuera, y por eso se ha marchado», le respondió la reina. .
Cuando Bharata oyó esto, el dolor que había experimentado ante la pérdida de su padre palideció y fue superado por el dolor de saber que su madre había enviado a Rama a un exilio de catorce años. El dolor grande desplaza al pequeño.
Así también, el anhelo más fuerte dominará y ahogará al menor. Por eso, ansíen a Dios y todos los anhelos menores desaparecerán. Entre la pérdida o la ganancia, el honor o el deshonor, la salud o la enfermedad, mantengan su mente apuntando con firmeza hacia Dios; ésa es la meta; ése es el premio de la carrera de la vida. Superen todos los obstáculos por medio de esa fe, traten los obstáculos como inefectivos y fútiles, y tengan sólo la meta en la mira. Visualicen a .Dios, busquen a Dios y fúndanse en Dios; ése es el deber del hombre.
Prashanti Vidvanmahasabha
Madrás; 23 IV 67