Discursos dados por Sai Baba – 19. 17/05/64 El individuo y Dios ( Jeeva y Dheva )

Discursos dados por Sai Baba

{SB 04} (52 discursos 1964)

19. 17/05/64 El individuo y Dios ( Jeeva y Dheva )

17 de Mayo de 1964

Mallesvaram

Cuando vierten aceite de un recipiente a otro, tanto sus manos como los recipientes deben estar firmes; de lo contrario el aceite se derramará. De la misma manera, deben mantenerse imperturbables; sólo así podrán recibir la lección directamente en sus corazones.

Ahora bien; algunos dicen que el individuo sigue siendo individuo, que Dios sigue siendo Dios y que ambos nunca podrán ser iguales o fundirse. Si esto fuera cierto, ¿entonces de qué servirían la repetición del nombre, la meditación, las acciones correctas y todas las demás variedades de prácticas espirituales recomendadas por los Shastras y los sabios? No hay duda de que el hombre puede convertirse en Dios; el tuam o tú puede volverse Tat o Eso. Tal es la doctrina de los Upanishads y la experiencia de los santos.

Una vez surgió una querella entre un adváitico (seguidor de la no dualidad) que decía que el individuo (jivi) es en realidad Dios pero que se identifica falsamente con el limitado nombre y forma que parece haber asumido, y un dváitico, propugnador de la dualidad, que argumentaba que el individuo es distinto de la Divinidad. En el momento más agudo de la querella, el adváitico llamó a un lavandero que pasaba por el camino y lo saludó: «¡Hola, Paramatma!». ¡El lavandero se sobresaltó y protestó que él no era nada de eso! Así, el dváitico concluyó: «¿Ves? Aun este lavandero sabe que el no dualismo está equivocado», pero el adváitico arguyó que también el lavandero estaba sujeto a la ignorancia, al engaño de que era el limitado vehículo de nombre y forma que no son sino aditamentos de la personalidad. Sólo el conocimiento del campo de acción (kshetra) y de aquel que lo conoce (Kshetrajña) los ayudará a sobreponerse a ese engaño. El kshetra es el campo, el campo de los sentidos, el campo de las dualidades, y el Kshetrajña es aquel que conoce el campo y es su maestro.

Cada palabra usada en la filosofía y aun en el lenguaje corriente tiene un profundo sentido, pleno de significado. Deha, o sea «el que puede ser quemado», es la palabra para el cuerpo no sólo porque es consumido por el fuego después de que el prana lo ha dejado, sino porque incluso mientras vive está siendo consumido por el fuego del thapatraya. Sariram, que es otra palabra para el cuerpo, viene también de la raíz que significa «aquello que es consumido».

El deha es un devalayam o residencia para el individuo (jivi), que es Dios o Deva. El templo arquitectónico tiene tres partes: el muro externo, el templo interno y el santuario, que representan los cuerpos denso, sutil y causal del hombre; cuando vayan a un templo deben recordar dicho simbolismo. Prakriti o la naturaleza es una palabra que se usa para indicar la condición del cuerpo, el estado natural del cuerpo. Bien, esta prakriti no es sino el estado natural del Señor, su sankalpa, una manera de manifestarse. Todo esto es, como dijo Kasturi en su charla citando algunas experiencias de devotos, «sus manos y sus pies», su manifestación. Por eso se dice que todo es Brahman (Sarvam Brahmamayam).

Un yogui tuvo un ataque de gastritis y sus compañeros lo rodearon para aconsejarle sobre el tratamiento. Uno de ellos le sugirió que tuviera siempre un poco de sal a la mano y la tragara con saliva. Así lo hizo y tenía siempre un granito de sal en la boca. Días después el yogui quiso repartir caramelos a los niños de los alrededores de su ashram. Fue y compró, pero todos los que probaba no le parecían lo suficientemente dulces. Finalmente un vendedor le dijo que escupiera la sal que tenía en la boca y se lavara y solamente después probara los dulces. Así hizo y los dulces le supieron muy sabrosos. Igual pasa con ustedes. Con todo ese sabor de sal acumulado en su lengua a lo largo de muchos nacimientos, ¿cómo pueden descubrir la verdadera dulzura del Señor?

En una estación de ferrocarril del norte de la India, cuando un pasajero sediento le preguntó al aguador si el odre del cual él vertía el agua en su vaso estaba limpio, el aguador le respondió: «Mi odre está más limpio que el saco dentro del cual vas a echar el agua». Mantengan su mente limpia de malas tendencias, su intelecto libre de prejuicios, su carácter libre de manchas, su comportamiento ajeno a la rudeza. Entonces podrán apegarse a Dios y Dios también los favorecerá con su afecto.

Con un lápiz, pintura y un pedazo de papel, un pintor puede dibujar la terrorífica imagen de un demonio, la encantadora estampa de un niño sonriente o la inspiradora figura de un yogui meditando sobre el Absoluto. Todas estas diferentes proyecciones son resultado de la combinación de colores; la realidad básica es sólo el color. Así también en el cine la pantalla es la materia estable, las sombras vienen y van. Cuando la película se proyecta en la pantalla ésta ya no se nota, toda ella se ha vuelto la película, es la base, el fundamento.

Cada uno se llama a sí mismo yo. Ahora bien, ¿quién les dio esa posesión? ¿Fue alguna compañía, o la recibieron como parte de su dote, de algún gobernante o de alguna organización? Dicen que es su derecho de nacimiento; bien, ¡que así sea! Ese yo es la entidad que se postula como Brahman en la gran sentencia «Aham Brahmasmi» («Yo soy Brahman»).

Cuando el Uno se volvió los muchos, cuando el Uno se manifestó como prakriti, la naturaleza, compuesta de los cinco elementos, no crean que por ello su valor se redujo. Cuando se cambia una rupia por diez monedas de diez centavos su valor no disminuye en absoluto. De modo que deben ver la naturaleza como el Paramatma, no como una multiplicidad de impresiones y atracciones para los sentidos. A dondequiera que vuelvan los ojos, cualquiera que sea lo que oigan sus oídos, lo que toquen sus dedos, lo que saboree su lengua y lo que huela su nariz, considérenlo también lleno de Dios. No permitan que seduzca sus sentidos sólo un aspecto u otro; vean a la Divinidad en cada uno, reciban y acepten únicamente esto.

Cuando le preguntaron a Thukaram cómo podría el hombre mantener tranquila su mente, inquieta como un mono, él respondió: «Deja que el mono corra, tú quédate quieto; no dejes que el cuerpo corra detrás del mono que es la mente». Díganle a la mente: «No te voy a dar el cuerpo como sirviente»; entonces la mente desistirá y podrán controlarla. Del mismo modo que se sigue un método para demoler una casa, hay un método para derrumbar la compleja estructura de la mente.

La mente puede ser controlada por medio de esfuerzos sistemáticos y como resultado de ello ustedes podrán volverse sus propios amos. Ahora bien, preguntarán: ¿puede dominarse una fuerza tan poderosa? Cuando nos estábamos acercando a Rishikesh, a nuestro regreso de Badri, el gobernador Ramakrishna Rao también me hizo la misma pregunta; pero entonces yo me di cuenta de algo y les pedí a todos los pasajeros que bajaran del tren y se dirigieran a cierto punto en la carretera en cuestión de minutos. Todos se sorprendieron de que les ordenara bajar de los carros y correr hasta cierta distancia y juntarse. Luego me dirigí al gobernador y le advertí que las rocas que se veían frente a la montaña, a un lado de la carretera, iban a derrumbarse pronto y caerían sobre ella, bloqueándola. Me preguntó: «¿Es esto posible?» A los pocos minutos, después de que todos se habían alejado a una prudente distancia, las rocas mencionadas se desprendieron de la montaña y la carretera quedó bloqueada durante mucho tiempo hasta que limpiaron los escombros.

Ahora bien, la escalera debe tener la altura a la que quieren trepar, ¿no es así? Su sadhana para dominar la mente debe efectuarse paso a paso, hasta que se alcance la realización. El arroz en la olla debe cocerse muy bien hasta quedar suave y dulce; mientras, el fuego tendrá que arder. En el recipiente del cuerpo, con el agua de los sentidos cocinen la mente y vuélvanla suave; el fuego es el sadhana. Manténganlo ardiendo constantemente y el individuo finalmente se volverá Dios.