Discursos dados por Sai Baba
{SB 04} (52 discursos 1964)
16. 15/04/64 Toma alas y vuela
15 de Abril de 1964 Brindavan, Whitefield El señor Kanthi, el ministro que acaba de hablar, está a cargo de la educación en este estado de Karnataka y sabe muy bien que el sistema educativo que él está organizando para los hijos de su pueblo no es adecuado para que enfrenten los retos de este mundo tan cambiante y agotador. Los pandits, que han dedicado su erudición y su talento para conocer y practicar los medios de alcanzar la paz, son, por lo tanto, valiosos colaboradores del señor Kanthi en el campo de la educación. Me alegra que él reconozca esta verdad. Dharma es una palabra relacionada con dharana y derivada de la misma raíz. Dharana significa «llevar puesto», como se lleva un vestido: el Dharma es la vestidura misma de la India, el vestido que la Madre India lleva para cubrir su honor, para proclamar su estado, para protegerse del calor y del frío, para establecer con ello una norma para sus hermanas las otras naciones. Cuando los malvados príncipes Kauravas desgarraron el sari de Draupadi y trataron de insultar su honra, Krishna la salvó y evitó el abominable acto. Dharmaraja estaba sentado como si no conociera sus derechos y deberes, Bhima estaba envuelto en dudas acerca de sus obligaciones con su hermano mayor y su consorte, Arjuna estaba más preocupado por sus propios intereses, Nakula y Sahadeva esperaban, sopesando los pros y los contras; ¡pero el Señor no esperó! Su gracia no conoció demora ni duda. Ahora la Madre India se encuentra en un aprieto similar. El Dharma, el traje que ella ha llevado durante siglos y que es la expresión de su naturaleza, está siendo desgarrado por manos malvadas e irreverentes. Quieren vestirla con un estilo que no le va bien, según sus propios dictados, por imitación o insensatez. Por esto Krishna tiene que venir de nuevo para salvar de los malos a la víctima. Krishna puso de manifiesto la vacuidad de la gente que creía ser capaz de deshonrar a Draupdi y la debilidad de los encargados de protegerla. Ahora también tengo que frustrar los intentos de socavar el Dharma y apoyar a los tradicionales protectores y protagonistas de ese Dharma. La mínima cosa tiene su dharma: el agua tiene el dharma —la naturaleza y la obligación— de moverse, el fuego tiene el dharma de quemar y consumir, el imán, el de atraer, y cada uno de ellos está cumpliendo con su dharma sin alteraciones; hasta el sistema solar y las estrellas del firmamento. Entre las cosas que están provistas de conciencia (chaitanya), las plantas y los árboles, los insectos y los pájaros, los ovíparos y los mamíferos, todos cumplen su dharma específico sin que los afecte el paso del tiempo. Sin embargo, el hombre, cuya inteligencia va de lo inerte y lo infinitesimal hasta lo supraconciente y lo universal, es el único ser viviente que se ha salido y se está saliendo de su dharma. La experiencia de muchas generaciones de buscadores que indagaron los medios para el contento y la alegría, incorporada en los preceptos de la vida práctica llamados en conjunto los Shastras, está siendo descuidada y en cambio se recomiendan y prueban en gran escala toda clase de nuevas panaceas. No es de sorprender que el contento y la felicidad estén tan lejos del alcance humano. El Dharma dice, por ejemplo: «Digan la verdad» y «Actúen con rectitud». No hay un factor más estabilizador en la sociedad ni un apoyo mayor para el progreso individual que la verdad (sathya). Esconder la verdad, pervertirla, negarla o mutilarla son todas señales de cobardía; ninguna persona valiente se rebajará a cubrir la cara de la verdad. Además, noten que el mandato védico es «practiquen la rectitud «; o sea que no es suficiente si sólo se enteran de ello; deben actuar en conformidad, llenar cada momento con palabras, acciones y pensamientos que reflejen su conocimiento del Dharma. Una vida así es el sello distintivo de lo que se llama carácter en afirmaciones como «El carácter es la joya más valiosa». En cada momento de su vigilia deben examinar si están observando los preceptos del dharma o alejándose de ellos. ¡El Dharma ahora es sólo una excusa para obtener algo bueno de los demás, no una oportunidad para cumplir sus deberes con ellos! Ustedes se lo recuerdan a otros cuando desean sacar ventaja de ellos; deben recordar no solamente los derechos que el Dharma confiere sino también los deberes que impone. La tentación de ignorar su dharma surge del egoísmo y de la aceptación de valores falsos. El deseo de satisfacer los deseos más bajos es la raíz del adharma. Esos deseos se posesionan furtivamente de ustedes, como ladrones nocturnos, o como un compañero que ha venido a salvarlos, o como un sirviente que viene a servirles, o como un consejero que viene a advertirles… ¡la maldad tiene mil trucos para capturar sus corazones! Deben estar siempre alertas contra la tentación. El deseo abre una fisura en su conciencia, luego entra y se establece, se multiplica y corroe la personalidad que han construido con laborioso cuidado. La fuerza ya no está bajo su control: han sido reducidos a títeres manipulados por enemigos internos. Y cuando tratan de reconstruirse, esos enemigos socavan sus intentos y ustedes tienen que empezarlo todo de nuevo. Tal es el perjuicio que hacen. Para vencer ese egoísmo no es necesario ningún sistema riguroso de ejercicios o control de la respiración; no; ni siquiera una complicada erudición. Las pastoras de Brindavan confirman esta verdad. Ellas eran sencillas aldeanas, intocadas por las conclusiones de estudios profundos. Narada quedó tan impresionado por su ignorancia de la ciencia del progreso espiritual, que en una oportunidad se ofreció para ir entre ellas y darles algunas lecciones de conocimiento. Descubrió, al entrar en Brindavan, que las pastoras que vendían leche y mantequilla en las calles se olvidaban de pregonar el nombre de su mercancía y en su lugar gritaban «¡Govinda, Narayana!» ¡Tan inmersas estaban en la conciencia de Dios! Ni siquiera se daban cuenta de que habían vendido toda la leche; seguían andando y proclamando los nombres del Señor, pues el polvo de las calles de Brindavan era sagrado para ellas. No tenían malas cualidades ni inclinación por el placer sensual; así, no tenían ninguna ignorancia. Por eso Narada concluyó que no necesitaban las lecciones que había planeado darles y, en cambio, les rogó a ellas que le enseñaran cómo alcanzar ese anhelo y esa visión del omnímodo Krishna. Por ejemplo, había una pastora, llamada Saguna, que no tenía más pensamientos que los relacionados con Krishna. Cada noche era costumbre en Brindavan que el ama de casa encendiera su lámpara en la lámpara de la casa de Nanda, el padre adoptivo de Krishna; creían que era benéfico obtener la flama de la lámpara del jefe del pueblo. Saguna entró con su lámpara a la casa de Nanda y al instante su mente se perdió en la felicidad de ver la casa donde Krishna había pasado sus días de infancia, a donde sus juegos y charlas atraían a todos los pastorcitos y pastorcitas. Ella se quedó parada allí, durante un largo rato, con su lámpara apagada cerca de la gran lámpara de aceite que iluminaba el salón central. Sostenía su lámpara cerca de la lumbre pero no lo suficiente, de modo que su dedo llegó a estar justo encima de la flama. Sin embargo, no estaba conciente del dolor al estar su dedo expuesto al fuego; su plena conciencia de Krishna era tan fuerte que no se daba cuenta de nada más. Fue Yasoda quien la vio en estas circunstancias y la despertó de su arrobamiento o, digamos, de su visión, pues para ella la casa estaba llena de Krishna por dondequiera que pusiera los ojos. Ésta es la identificación que debe alcanzarse. De nada sirve que el pichón se quede en el nido; debe batir sus alas y volar por el cielo; de nada sirve si el hombre se queda arrastrándose en el polvo; debe ver la meta distante, clara y majestuosa, abrir sus alas y volar. La India es la maestra de t |