Discursos dados por Sai Baba
{SB 04} (52 discursos 1964)
14. 13/03/64 Sean como lámparas
13 de Marzo de 1964
Bukkapatnam
Todos ustedes son peregrinos que se mueven en este campo de actividad (karmakshetra) hacia la meta del campo de la rectitud (dharmakshetra). Los literatos, los poetas, los maestros y los administradores que hasta ahora se han dirigido a ustedes son guías para ayudarlos en el camino; pero ustedes deben recorrer el camino centímetro a centímetro. El poeta o kavi es la persona que ordena, que establece la ley, lo antiguo, lo eterno; esto es lo que declaran los Vedas. Así, los kavis de hoy deben recordar a la gente las reglas de buena conducta y advertirle cuando se descarría. Ellos mismos tienen que cuidar no descarriarse mientras pretendan mostrarles el camino a otros. El kavi es llamado krantha darsi o el que ve el futuro; él es mantra drashta o aquel que comunica mantras; su papel es interpretar a Dios para el hombre. No debe dedicarse a habladurías sin sentido, a escritos sin significado; esto sería degradar su papel.
Él no debe hacer preguntas sin cesar, sino buscar en el silencio cómo obtener las respuestas, no afectando a los demás con sus dudas y vacilaciones.
La vida es un espejismo: no surge de ninguna lluvia visible, no corre hacia ningún mar que sea reconocible. Hubo una vez un hombre en su lecho de muerte, a quien molestaba una hueste de parientes; padres, esposa, hijos, hermanos, sobrinos rodeaban su cama llorando. Le preguntaban: «¿Qué va a ser de nosotros?». El moribundo levantó la cabeza un poco y preguntó a su vez: «¿Qué será de mí? Estoy más agobiado por este problema que por saber lo que va a pasar con ustedes». Bien; es mejor que cada quien se haga esta pregunta ahora y se equipe con la respuesta y no esperar a que sea demasiado tarde. «¿A qué he venido aquí? ¿Qué debo hacer?», son preguntas que habrán de perseguirlos y deben encontrarles respuesta.
Créanme, su naturaleza es Sat-Chit-Ananda (Ser-Conciencia-Bienaventuranza). Por eso ante la muerte se comportan como lo hacen. Desean existir para siempre, disfrutar de continuar viviendo; evitan toda mención de su propia muerte. Esto es prueba suficiente para concluir que ustedes son en esencia la Realidad, el Ser, la forma encarnada de la Existencia. Por eso están llenos de admiración y curiosidad y del deseo de conocer el mundo a su alrededor; preguntan continuamente qué, por qué, cómo y cuándo, acerca de toda clase de cosas. Éste es el impulso activado por la Conciencia (Chic) que forma parte de ustedes. Finalmente, siempre andan en busca de felicidad de una forma u otra; tratan de evitar el dolor y prefieren disfrutar de la alegría. Es natural en el hombre hacer esto, pues él es en esencia la bienaventuranza misma. Al buscar la bienaventuranza, es como si lo profundo llamara a lo profundo. Cuando alguien les pregunta: «¿Cómo estás?» y ustedes responden: «Muy bien, gracias», la persona no se pregunta a su vez por qué están ustedes tan bien; pero si ustedes responden que están enfermos, ella se detiene, expresa su preocupación y averigua la causa de la enfermedad. El bienestar es natural y la enfermedad no. La ansiedad es causada solamente por lo no natural. De manera que ustedes son también la felicidad en esencia.
Ser-Conciencia-Bienaventuranza (Sat-Chit-Ananda) son los atributos del Atma y ustedes son el Atma, no el cuerpo. Hubo una vez un rajá que tenía gran fe en la astrología y cuando su hijo nació, un día en que Mula Nakshatra estaba en el ascendente, temió que el niño trajera calamidades a la familia. Por lo tanto, ordenó a sus soldados que lo mataran y tiraran el cadáver en la jungla. Los guardias sintieron tal compasión que, en vez de matar al niño, sólo lo abandonaron. El niño fue encontrado y cuidado por un lavandero durante muchos años. El niño se dedicaba a cuidar la ropa tendida para secar. En eso estaba cuando un día el rajá su padre se extravió y fue a parar a la casa del lavandero. Mientras descansaba en ella, el rajá se dio cuenta de que el niño que cuidaba la ropa era su propio hijo; así que decidió llevárselo a palacio y lo coronó príncipe heredero. Ahora bien, aun cuando el niño vivía con el lavandero no perdió su estado de príncipe, sólo que él no conocía esa realidad. Ustedes están en la misma situación: príncipes desorientados que creen ser lavanderos, almas ignorantes de su grandeza y que declaran ser sólo el cuerpo, fácilmente destruible.
Una vez, los dioses estaban muy alegres y orgullosos por una victoria que habían obtenido, sin pensar en la gracia divina que los había ayudado a subyugar a sus enemigos. Entonces organizaron un gran banquete para celebrarlo, y mientras se encontraban ocupados en la fiesta el Señor decidió pinchar el globo de su arrogancia. Creó un extraño fenómeno que se presentó atrayendo la atención de los dioses; éstos se acercaron llenos de miedo y admiración. El prodigio se aproximó y ellos le dijeron que eran un grupo de dioses que celebraban una victoria; él los retó a probar su valor y sus poderes sobre una simple brizna de hierba que colocó en el suelo. Agni, dios del fuego, trató de quemarla pero no pudo, Vayu, dios del viento, probó su fuerza pero no pudo levantarla. Así, cada dios se esforzó sin éxito por demostrar su valía aplicando toda su fuerza sobre aquella insignificante hierba. De esta manera fue demostrado que sin la gracia de Dios ellos habrían fracasado en la batalla. Así fue como el Señor todomisericordioso enseñó la humildad a los dioses.
Deben ser humildes pero siempre fuertes para resistir las tentaciones; no cedan como cobardes a las alevosas insinuaciones de los sentidos. Su estancia en la escuela no debe servir sólo para recolectar información y adquirir destrezas que les darán un ingreso con el cual vivir; aprovéchenla también para adiestrarse en el arte de ser contentos, tranquilos y valientes. En la escuela cultiven una ardiente sed de conocimiento acerca de la verdad del mundo y el propio ser, hagan que sus palabras se vuelvan dulces como la miel, sus corazones blandos como la mantequilla, su punto de vista como la lámpara que ilumina sin confundir. Sean como el árbitro en el campo de futbol que, observando el juego y juzgándolo según las reglas establecidas, se mantiene inalterable por el triunfo de cualquiera de ambos equipos.
Quiero que ustedes lean los libros que los impulsarán a preguntar y a responder los interrogantes acerca de su propio ser. Lean buenos libros, lean literatura edificante, como la revista «El educador» que hoy estoy inaugurando. De vez en vez escribiré artículos para ella, pues será leída por los maestros que transmitirán la inspiración a los alumnos. Estoy contento de que los maestros del distrito de Anantapur hayan emprendido la tarea de publicar una revista para su propio beneficio. Son ellos los que me trajeron aquí, a esta escuela que lleva mi nombre. Estoy muy contento de que la escuela esté celebrando su primer aniversario. El director tiene la especial responsabilidad de cultivar el entusiasmo de la gente y canalizarlo para beneficio de la escuela, y siendo un plan para el beneficio de la escuela, todos deben unir sus manos para ayudarlo.
He oído rumorar en esta ciudad algunas voces discordantes acerca de que si Sathya Sai es en realidad divino, por qué el estanque de Bukkapatnam está seco durante la mayor parte del año. Quizá algunos de ustedes han oído esta pregunta hecha por personas irresponsables que no tienen el menor conocimiento de cómo operan las leyes cósmicas. ¿Cuál es la relación entre mi verdad y los riachuelos que llenan el estanque de su pueblo? Realmente es absurdo pensar que sólo porque Sai Baba vive a menos de siete kilómetros de aquí, el estanque de Bukkapatnam debe estar lleno todo el año y las tierras aledañas producir buenas ganancias para los propietarios. ¿Por qué habría yo de dar mi gracia especialmente a este estanque, como si la sola cercanía produjera un mayor apego? ¡Todos los lugares son igualmente cercanos para mí, y si se desvían de la buena conducta, todos
son igualmente lejanos! La distancia no se mide en kilómetros. Un estanque en otro continente puede estar tan cerca de mí como uno del otro lado del Chitravati.
Por otro lado, a menos que la gente de este pueblo deposite dinero, ¿cómo podría un banco pagar los cheques que se giren? ¿Han depositado ustedes su devoción por el Señor, su servicio a sus semejantes, su fe y sinceridad en su práctica espiritual? Sólo entonces podrán disfrutar de la gracia que se gana con tales esfuerzos; la gracia se da en proporción al esfuerzo.
Y podría preguntarles también: ¿de qué manera han sufrido ustedes? Cuando otros pueblos de los alrededores están declinando y su gente emigra a la ciudad más grande, Bukkapatnam sigue floreciendo. Esto se debe a la corriente de piadosos peregrinos que llegan a Puttaparti atravesando este pueblo. La atmósfera es refrescada por la compañía de los que se reúnen aquí. El poder supremo que se manifiesta en su vecindad y la devoción suprema que irradia de ese lugar han producido beneficios que ustedes no pueden negar. Los bendigo para que puedan crecer más y más en la devoción por el Señor bajo cualquier nombre y forma, y para que ganen su gracia en mayor medida.